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3 habilidades para prosperar en un mundo de cambio

1. Cambia tu enfoque de lo visible a lo invisible 

Cuando somos niños, la mayor parte del tiempo se nos enseña a mirar hacia adelante y enfocarnos: en una meta, un destino o un logro específico. Aprende a leer, practica algún deporte, realiza actividades extracurriculares, y gradúate como el primero de tu clase. Estos hitos están determinados en gran medida por las culturas, normas y expectativas de la sociedad.  

A medida que crecemos, nuestras habilidades y horizontes pueden expandirse, pero en muchos sentidos el alcance del enfoque se reduce. En poco tiempo, los niños se convierten en adolescentes, luego en adultos jóvenes que se espera que sigan carreras que desarrollen experiencia en un dominio, pero que dejen poco espacio para incursionar más allá.  

En general, los adultos también se adentran en los círculos sociales diseñados para mantenernos dentro de nuestras zonas de confort y comunidades de elección. En este proceso, cada persona está entrenada, ya sea conscientemente o no, para ver ciertas cosas. Lo que ves está integrado en tu narrativa. Y al hacerlo, cada uno de nosotros también está entrenado, de nuevo, ya sea por elección o de manera inconsciente, para no ver otras cosas. Cultivamos ciertas raíces y descartamos otras. Este es un fenómeno universal: no es una crítica de ninguna cultura o punto de vista en particular. Cada cultura y cada persona se enfrenta a esta realidad. Ni una sola persona ve la imagen completa.  

Así que, lo mejor que cualquiera puede hacer es tomar conciencia de, y luego aprender a ver, lo que se está perdiendo. No me malinterpreten: las normas sociales tienen un propósito importante. Las normas ayudan a garantizar que las personas crezcan con valores, habilidades, relaciones y la capacidad de contribuir a la sociedad. Las normas ayudan a mantener el orden y la estabilidad. Sin embargo, en general, cualquier conjunto de normas sociales representa solo una forma de ver y estar en el mundo: una porción de un espectro humano infinitamente más amplio. Pero cuando el mundo se pone como el mundo de hoy, este enfoque estrecho puede causar estragos.  

De hecho, cuanto mayor sea el cambio o más estrecho sea el enfoque, más disruptiva será la agitación y menos opciones se tendrán para recuperar el equilibrio.  

Hoy en día, mucha gente, tal vez tú también, siente una especie de vacío: una ausencia de lo que fue y un desconocimiento de lo que viene después. Puedes sentir esto o que te resulte difícil de identificar. Es posible que tengas dificultades para imaginar, y mucho menos ver, un futuro diferente en absoluto. Puedes sentirte como una sombra de ti mismo, incapaz de ver quién eres realmente y deseas ser. Con frecuencia todas estas cosas son invisibles. Sin embargo, están muy presentes en nuestras vidas. Cada uno de nosotros se inspira en lo que vemos. Pero en un mundo de cambio constante, ese principio solo nos lleva hasta cierto punto. ¿Cómo nos movemos más allá de lo que podemos ver y encontramos inspiración en lo que no podemos? ¿Cómo aprendemos a ver de manera diferente y hacer visible lo invisible? De hecho, un mundo en constante cambio exige un nuevo enfoque, es decir, que tú, yo y toda la humanidad podamos ver más ampliamente.  

Aprender a ver lo que es invisible no significa perder el enfoque o ignorar lo que es visible. Todo lo contrario, de hecho: es la capacidad de ajustar nuestra mirada, ver la imagen completa y comprender realmente qué es qué. Cuando aprendes a ver lo que es invisible, se vuelve más fácil abrazar el cambio hoy y un futuro repleto de incógnitas.  

A continuación, algunas preguntas que te ayudarán para comenzar a observar lo invisible: 

2. Ralentizarse para avanzar más rápido 

Nunca podrás ir a la velocidad del cambio así que elige bien las razones para correr detrás de él. Cambios nuevos e inesperados ocurren todas las semanas, incluso, varias veces al día. ¿Deberías caminar, correr o simplemente quedarte quieto?  

Tanto los individuos como las organizaciones están luchando para responder a esta pregunta. En el lugar de trabajo, los líderes de muchas compañías a menudo argumentan que cuando se avecina la incertidumbre, es necesario «actuar rápido». Es por esta razón que cuando hay incertidumbre y no se sabe bien de dónde vendrán los ingresos, una de las cosas más fáciles de hacer es reducir los equipos. Después de todo, los salarios son la partida más grande para los presupuestos de la mayoría de las organizaciones.  

Sin embargo, si profundizamos en la investigación, aprendemos que actuar rápido no es el camino correcto: desde 1980, las empresas que retrasan los despidos el mayor tiempo posible se desempeñan mejor con el tiempo que las empresas que actúan rápido. ¿Por qué?  

Resulta que no solo es difícil reemplazar a los mejores talentos, sino que los despidos son devastadores para la moral y la productividad del equipo que queda. Las organizaciones que colocan las eficiencias económicas por encima de las personas terminan mostrando sus verdaderos valores. En síntesis, pierden algo que es más difícil de recuperar que el dinero: la confianza. 

La lección aquí no es que nunca se deban hacer despidos o que nunca debamos tomar medidas rápidas. Es que responder rápidamente no significa necesariamente responder sabiamente. En un mundo en constante cambio, el más rápido no siempre termina primero.  

Sé que esta habilidad de ir más lento suena contradictoria en un mundo donde el cambio se ha vuelto una constante, pero es justo ese mismo cambio lo que hace que las incluso las líneas de meta sigan cambiando, así que no te dejes conquistar por la premura. 

Ya sea que se trate de temas profesionales, domésticos y familiares, cuanto más rápido corramos y más corramos sin descansar o reflexionar o incluso prestar atención, peores serán nuestros resultados con el tiempo.  

Cuando aprendemos a correr más despacio, los resultados son mejores en todos los ámbitos: decisiones más sabias, menos estrés, mayor resiliencia, mejor salud, una conexión más fuerte con nuestras emociones e intuición, presencia, enfoque y claridad de propósito. Paradójicamente, la desaceleración en realidad nos da más tiempo, lo que conduce a menos ansiedad. La desaceleración mejora nuestra productividad de maneras que importan y envía agotamiento al cubo de la basura. En realidad, hay muchos tipos de crecimiento que solo pueden venir con descanso.  

Me tomó años aprender a correr más lento. Durante gran parte de mi vida, corrí tan rápido como pude: hacia metas establecidas por otros, lejos de las cosas que temía, pero sin pensar mucho en por qué.  

Hoy puedo correr mucho más lento de lo que solía hacerlo, aunque todavía hay mucho margen de mejora. A través de la prueba, el error y la práctica deliberada, he aprendido a apreciar el poder de la pausa. Estoy más presente y menos ansiosa.  

Para ser claros, correr más lento no significa detenerse, pereza, estancamiento, falta de propósito o (quizás la objeción más sorprendente) no preocuparse. Tampoco se puede resolver la vida simplemente tomando unas vacaciones, descargando una aplicación o buscando una solución rápida «única y hecha» (irónicamente, esto traerá consecuencias negativas porque lo que buscas «arreglar» está cambiando constantemente).  

En realidad, correr más lento significa mucho movimiento e investigación, a un ritmo sostenible. Significa preocuparse lo suficiente como para calmar la mente y concentrarse en lo que realmente importa.  

Por supuesto, hay momentos en los que correr más rápido es lo correcto: registrarse para una vacuna contra la pandemia es una de ellas. Pero cuando estamos en el flujo, completamente inmersos en lo que estamos haciendo, podemos sentir que estamos más vivos, moviéndonos y pensando más rápido que nunca.  

En general, lo que más nos obstaculiza para ir más lento es nuestra propia mente que se acelera cuando preferimos estar tranquilos. Pasamos nuestro tiempo en constante búsqueda de las expectativas establecidas por los demás, luego nos preguntamos a dónde fue nuestro tiempo (y nuestras esperanzas, sueños y deseos).  

Estamos corriendo cronológicamente cada vez más rápido y, al hacerlo, estamos corriendo más allá de la vida misma. Pero no tiene que ser así, y aquí es por donde podrías empezar.  

¿Qué tan rápido estás corriendo?  

Este es un ejercicio de dos partes. Primero, responde lo siguiente honestamente:  

En segundo lugar, en un pedazo de papel, dibuja cuatro círculos concéntricos y etiquétalos de la siguiente manera:  

Ahora mira el panorama completo. ¿Qué áreas de tu vida necesitan ralentizarse más? ¿Algunas de ellas se siente más fácil de manejar que otras?  

Algo que a mí en lo particular me ayudó mucho fue leer los libros de Greg McKeown, Effortless y Esencialismo, mismos que están reseñados aquí: 

3. Cuestiónate cuál es tu suficiente  

¿Qué significa realmente lo suficiente? ¿Suficiente amor para sobrevivir? ¿Suficiente seguridad para sentirte seguro? ¿Suficiente dinero para vivir? ¿Suficiente alegría para recordar lo que es bueno en la vida? ¿Suficiente paciencia para ver mejores futuros? ¿Suficiente coraje para tomar el siguiente paso?  

En el mundo actual impulsado por el consumo, estamos plagados de una narrativa bastante obstinada que proclama que «más es mejor» y se burla de ti por nunca hacer, ganar o lograr lo suficiente. Esta visión, aunque vieja, sigue muy viva.  

Entre sus manifestaciones más populares está que nunca tendrás suficiente:  

Y a medida que corremos para adquirir más cosas, dejamos más prioridades esenciales sobre la mesa como:  

¿Cuándo es suficiente?  

En un mundo que lucha incansablemente por más, la diferencia está en conocer «cuándo es suficiente para ti».  

Para poder llegar ahí, quizás el primer paso es analizar la antigua palabra raíz griega de enough, que es enenkeîn, que a su vez significa «llevar». Durante gran parte de la historia humana, la cantidad que una persona podía llevar era suficiente. Otros idiomas tempranos, desde el latín hasta el inglés antiguo y el albanés, se centraron de manera similar en la suficiencia y satisfacción: suficiente significaba haber alcanzado o cumplido las propias necesidades. Ni más ni menos.  

Hoy en día, suficiente es tanto un adjetivo como un adverbio. Ya sea en términos de cantidad, calidad o alcance, la palabra suficiente aún mantiene un enfoque en la suficiencia y la satisfacción: ni más ni menos. Sin embargo, en algún momento del camino, a pesar de estas definiciones, hubo un cambio. Mental, emocional y prácticamente, una gran proporción de la humanidad abandonó la norma de «suficiente para satisfacer» y adoptó una nueva narrativa: una de perpetuidad, insuficiencia, insaciabilidad, exponencialidad, en síntesis, una donde «nunca es suficiente».  

Una gran parte de este cambio se remonta a la explosión del consumismo moderno. El cual, logra implacablemente convencer a los individuos y a la sociedad en su conjunto, de que más es mejor. Cuanto más poseas, mayor será tu «valor». Cuanto más ganes, mayor será tu importancia. Cuantos más seguidores tengas, más…  

Toda esta narrativa no ha hecho más que ponernos colectivamente, en una rueda de hámster que está corriendo cada vez más rápido hacia ninguna parte. Incluso, las personas con innumerables logros siempre anhelan «más».  

Ganas más que “Pedro”, tienes menos éxito que “Ana”, tu casa es más grande que la de “Alfredo”, tu coeficiente intelectual es más bajo que el de “Sara”, y así sucesivamente. Sin embargo, ¿qué dice esto realmente sobre ti y los valores detrás de estas métricas? Este «ciclo de más» tiene dos puntos a favor, el primero es que crece muy rápido, el segundo es que es difícil de dejar ir.  

Lo cierto es, que ninguna de las cosas físicas puede reemplazar tu sentido interno de valor, pero vaya que puede arruinarte fácilmente (y dañar el medio ambiente en el proceso). Así es como se diseña el consumismo de hoy: nos muestran el objetivo de «más» pero la verdad es que nunca puede satisfacerse por completo, eso es justo lo que te mantiene atado a la rueda como un hámster, hacer clic en anuncios y comprar cosas que nunca te satisfacen completamente. Pero espera. Esta es una narrativa diseñada. Y si lo piensas no es la narrativa por la que muchas personas optarían, si realmente hicieran una pausa y pensaran en ello. Después de todo, ¿quién quiere vivir para una meta inalcanzable establecida por otros, que es agotadora y costosa, y a menudo trae más frustración que alegría? O lo que es igual ¿quién en su sano juicio quiere ser el hámster que va a ningún lado? 

Por eso es muy importante que sepas “cuándo es suficiente para ti”, eso te permitirá comenzar a restablecer tus métricas, pero, sobre todo, te permitirá ir de una búsqueda interminable de “más” a una comprensión clara de lo suficiente, es simple pero profundo.  

Saber tu suficiente no significa ser mediocre o vivir en la escasez. Si esa es tu reacción (o tu miedo), has entendido mal esta sección por completo. Saber lo suficiente es, de hecho, lo opuesto a estas cosas: te da espacio para la generosidad y la plenitud. 

En un mundo enfocado en más, nunca encontrarás lo suficiente. Sin embargo, en un mundo centrado en lo suficiente, inmediatamente encontrarás más. Saber lo suficiente aporta claridad sobre lo que realmente importa. Cuando sabes cuál es tu suficiente, tienes menos ansiedad y tu capacidad para prosperar se expande mucho.

Perfeccionar esta habilidad libera todo tu potencial para el mundo. Conocer tu suficiente te permite ver a través de la inutilidad de la comparación y te permite desarrollar tus propias métricas de «suficiente» arraigadas en la satisfacción interna, es decir, relaciones, resiliencia, descubrimiento y ayuda a los demás. Tales métricas trascienden una etiqueta de precio. No disminuyen el éxito de los demás: no estoy «más» satisfecho que tú, o viceversa, si tenemos lo suficientemente claro en nuestros respectivos. Por el contrario, somos más capaces de levantarnos unos a otros. Y aquí está el quid de la cuestión: cuando el cambio pone tu mundo de cabeza, lo suficiente importa.  

Para ser claros, hay una gran diferencia, entre las personas que tienen más que suficiente y aquellas que aún no logran satisfacer sus necesidades básicas. Es una conversación completamente diferente hablar de alguien que quiere simplificar su vida y alguien que se preocupa por alimentar a su familia o tener un techo sobre su cabeza. Evidentemente esto está escrito para quién ya logró tener sus necesidades básicas satisfechas. 

Sin duda, todo esto que planteo es un proceso, pero acá unas preguntas que te ayudarán a saber por dónde empezar:  

¿Qué pasaría si, en lugar de sumar para alcanzar tu «más», restaras para encontrar tu «suficiente»? Las formas en que puedes restar son casi infinitas. Empieza poco a poco. Aquí hay algunos primeros pasos: 

Te invito a leer el artículo:

Finalmente, reflexiona: 

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