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Bookshake – La era de la humanidad

Conocí este libro en un momento en donde necesitaba leerlo más que nunca. Una en donde la guerra, la inflación, la crisis por Covid19, la revolución digital, la innovación, el futuro de la humanidad, el calentamiento global, blockchain, crypto, etc; eran ideas que taladraban mi cabeza y necesitaba abrazarme de una idea que me devolviera esperanza por la humanidad. Este libro lo ha hecho pero no como un acto de fe, sino como un verdadero análisis del potencial y las oportunidades que tenemos como raza, como sociedad, como cultura, como negocio, como institución y por supuesto, como humano. Sin duda se convertirá en uno de mis libros base, no solo a niveles profesionales sino también de vida.

Marc Vidal es el autor de este libro. Para él, hablar de la cuarta revolución industrial, es hablar del paradigma de las grandes transformaciones. Pero además, ve un cambio protagonizado fundamentalmente por su componente tecnológico: la nanotecnología, los drones, la impresión 3D, la realidad virtual / aumentada y la inteligencia artificial. Esa revolución provocará alteraciones profundas que ya comenzamos a percibir en el día a día: la evolución de la economía, la demandas de nuevas habilidades, la naturaleza del empleo y las profesiones. Pero todo esto no es más que la antesala de una transformación cuyo alcance será mucho mayor: la quinta revolución industrial, que se caracterizará, sobre todo, por la expansión de la inteligencia automatizada, provocará disrupciones en los modelos sociales mucho mayores de las que ahora podemos predecir y cambiará por completo el modo en el que las empresas se relacionan con los consumidores.

¿Por qué sentí esperanza al leerlo? Porque a lo largo del libro, Marc Vidal nos muestra la apuesta por un futuro en el que el ser humano podrá aprovechar estas transformaciones para vivir mejor (si lo entendemos y ejecutamos con hipótesis de innovación de alto valor). Además traza un mapa realista y esperanzador de un mañana inmediato en el que todo va a cambiar y para el que debemos, estar preparados. Estoy de acuerdo con Marc sobre que a lo largo de la historia de la humanidad hemos enfrentado fases decisivas que nos han permitido avanzar en lo social, lo cultural y lo económico. Llamamos “revolución” a cada uno de esos períodos cruciales, y denominamos “revolución industrial” a los que entrañan un cambio tecnológico profundo que mueve todos los cimientos de la sociedad, causando primero grandes desajustes y después grandes avances y conquistas humanas.

También a lo largo de la historia, hemos experimentado cuatro revoluciones industriales, incluso ahora mismo estamos inmersos en la cuarta (también llamada industria 4.0), protagonizada por la transformación digital, los sistemas inteligentes, interconectados y capaces de ser autónomos en la toma de decisiones (nanotecnología, drones, impresión 3D, realidad virtual, realidad aumentada, primeros estadios de la inteligencia artificial, robótica, gestión masiva de datos, hiperconectividad, etc).

Lo que propone Marc Vidal en este libro, es que esta cuarta revolución es tan sólo la antesala de otra transformación de mucho más alcance, la “quinta revolución industrial», que tiene que ver con cosas que aún no han pasado, pero para las que nos podemos preparar a nivel económico, empresarial, cultural, social, laboral, político, educativo y personal. Su marca diferencial será la expansión de la inteligencia automatizada, que quizá sea incluso más perturbadora para los modelos sociales existentes de lo que podemos prever ahora. La inteligencia automatizada y la robótica avanzadas, combinadas con el trabajo físico automatizado, serán siempre más rentables que cualquier trabajo repetitivo y previsible que hagamos los humanos. Y esto plantea un reto global cuyo abordaje es de extraordinaria urgencia.

Te compartimos el podcast BookShake en donde analizamos el libro de Marc:

Y también puedes continuar leyendo el análisis de fondo sobre el libro. Disfruta:

Marc no ha escrito un libro catastrofista, sino que apuesta totalmente por un futuro donde, gracias a la automatización y la tecnología, el ser humano podrá trabajar de manera creciente en ámbitos más propios de las capacidades singulares humanas, y menos en las alienantes tareas repetitivas que una máquina podrá hacer mejor. El reto es cómo orquestar ese tránsito para evitar, en lo posible, los traumas temporales que conllevan estos decisivos cambios de paradigma. Lo llama “hipertransformación del todo” que culminará con lo que se ha llamado “singularidad tecnológica», misma que se desarrollará en tres fases.

El libro de Marc es un libro para saber de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos porque hay una constante en todos los cambios que estamos viviendo: tienen un detonante tecnológico y encierran, en su espíritu, una gran potencialidad para mejorar la vida de los seres humanos (como ya ocurrió en el pasado). Marc bajo un punto de vista humanista, menciona que esta revolución industrial y tecnológica que vivimos, no busca prescindir de las personas en los procesos, sino que los humanos nos dediquemos a aquello para lo que somos la única especie capaz de hacerlo. Y creo que aquí es donde estoy totalmente de acuerdo con él: la creatividad humana. La tecnología nos hace más humanos y nos acerca a un estado natural en el que la creatividad, la empatía y la intuición tienen un valor exponencial. Incluso lo llama: «humanidad aumentada».

Si podemos utilizar creativamente a las máquinas, la inteligencia artificial, la impresión 3D, los vehículos autónomos, la automatización de todo, la internet de las cosas (internet of things, IoT), o las plataformas colaborativas a partir de una aplicación para estimular, apoyar y complementar el potencial de los seres humanos en la empresa y en la vida personal, resulta obvio que todo ello supone un avance. Negarse a verlo, y a actuar en consecuencia, pone en riesgo el papel evolutivo global de cualquier revolución humana

Marc defiende que, a pesar de la inclusión absoluta de la tecnología en nuestras vidas, tendremos la oportunidad de ser más humanos que nunca. El ser humano es el objetivo prioritario de esta fase 5.0 (industria 5.0 + sociedad 5.0). De acuerdo a Marc nos dirigimos a un escenario caracterizado por un mundo automatizado (robótica), cognitivo (inteligencia artificial) y de acceso inmediato a datos (5G), por lo que es preciso ajustar y asentar antes un sofisticado presente digital, líquido y exponencial.

Marc advierte que experimentaremos un mundo en el que todo estará conectado con todo, algo que puede suponer tanto una enorme liberación y oportunidad para el ser humano como su pérdida de privacidad y libre albedrío, razón por la cual se hace completamente necesario legislar decididamente y de forma global para evitar posibles intenciones de hipercontrol de ese universo de conocimiento y de datos. 

El problema es que toda esta transformación está limitada por la falta de análisis, de estrategia, creatividad, cultura digital, innovación y liderazgo de nuestros representantes empresariales, gubernamentales, sociales, políticos, económicos y culturales. Marc en el libro hace una denuncia de la cobardía y la visión cortoplacista de muchos líderes que deberían actuar con valentía y visión a largo plazo, y no sumirse en batallas partidistas o ideológicas ni en el cómodo inmovilismo.

Con todo este contexto, en esta entrega de Bookshake hemos sintetizado las principales ideas del libro de Marc (próximamente grabaremos un podcast analizándolo). Así que déjate llevar por esta entrega y estoy seguro que este libro, te dará claridad sobre la dirección de los eventos que nos ocurrirán como raza humana y que sin duda, te dan una ventaja de las decisiones y transformaciones que necesitarás tomar.

Puedes leer el capítulo 01 completo por acá. Y también puedes comprar el libro por acá.

Marc Vidal, autor del libro.

Marc nos deja entender la importancia de la “revolución”. Llamamos «revolución» a cada uno de esos períodos cruciales, y denominamos «revolución industrial» a los que entrañan un cambio tecnológico profundo que mueve todos los cimientos de la sociedad, causando primero grandes desajustes y después grandes avances y conquistas humanas. Podemos contabilizar ya cuatro revoluciones industriales, y vivimos inmersos en la cuarta (también llamada «industria 4.0»), la de la transformación digital promovida por los sistemas inteligentes, interconectados y capaces de ser autónomos en la toma de decisiones. Esta cuarta revolución es tan sólo la antesala de otra transformación de mucho más alcance, la «quinta revolución industrial», que tiene que ver con cosas que aún no han pasado, pero para las que nos podemos preparar a nivel económico, empresarial, cultural, social, laboral, político, educativo y personal. Su marca diferencial será la expansión de la inteligencia automatizada, que quizá sea incluso más perturbadora para los modelos sociales existentes de lo que podemos prever ahora. La inteligencia automatizada y la robótica avanzadas, combinadas con el trabajo físico automatizado, serán siempre más rentables que cualquier trabajo repetitivo y previsible que hagamos los humanos. Para Marc el ser humano podrá trabajar de manera creciente en ámbitos más propios de las capacidades singulares humanas, y menos en las alienantes tareas repetitivas que una máquina podrá hacer mejor.

Marc afirma que todos los cambios que estamos viviendo tienen un detonante tecnológico y encierran, en su espíritu, una gran potencialidad para mejorar la vida de los seres humanos (como ocurrió en el pasado). Sin embargo a pesar de la inclusión absoluta de la tecnología en nuestras vidas, tendremos la oportunidad de ser más humanos que nunca. El ser humano es el objetivo prioritario de esta fase 5.0. Nos dirigimos a un escenario caracterizado por un mundo automatizado (robótica), cognitivo (inteligencia artificial) y de acceso inmediato a datos (5G), y es preciso ajustar y asentar antes un sofisticado presente digital, «líquido» y exponencial. Este libro deja en manos de todos nosotros la oportunidad y el desafío de que nuestro futuro inmediato no sea «la era de las máquinas», sino «la era de la humanidad».

Un concepto económico empezaba a tomar sentido. Se trataba de algo llamado «deflación del capital». Realmente fue en Davos, en 2016, que se denominó por primera vez la era de la deflación del capital. Hasta entonces, ganadores del Premio Nobel, presidentes bancarios, directivos y expertos habían bautizado esa etapa económica como «la mayor crisis financiera desde 1929».

Para Marc todo está mutando, y a una velocidad exponencial, y aún desconocida. La tecnología está detrás de muchos de esos cambios, pero también los estimula un nuevo modo de pensar. Se acaba la propiedad tal y como la hemos entendido. El producto pasa a ser servicio, y el control del Estado es una entelequia. La economía circular, las plataformas sociales, la impresión en tres dimensiones, la inteligencia artificial y el nuevo consumo colaborativo lo están cambiando todo definitivamente.

La deflación del capital no es más que un modo de definir un mundo nuevo que ha explotado frente a uno anterior. A un mundo donde trabajaremos menos horas, donde trabajaremos de otro modo, donde trabajaremos en cosas que no sean substituibles por máquinas y donde el concepto trabajo será un nuevo contrato social a definir todavía. La llamaron «crisis», pero era una «deflación del capital». Llevamos años hablando de «recuperación» y a este paso va a ser una «deflación social».

Stephen Hawking decía que «estamos en el momento más peligroso en el desarrollo de la humanidad» y que «el ascenso de la inteligencia artificial destruirá el trabajo de manera irreversible entre las clases medias». El genio de Oxford tenía claro que sólo quedará empleo para creativos y supervisores. Se preguntaba si estamos preparando a nuestra sociedad inmediata para un mundo con un desempleo que él calculaba que rondaría el 60 por ciento. El mundo no se va a acabar, pero va a cambiar tanto y tan rápido que no tenemos la opción de preguntarnos si está bien o mal, si es posible pararlo o no. Va a pasar. El valor añadido no estará en si te lo crees o no. La mayor ventaja estará en haberlo previsto y haber implementado una estrategia empresarial, personal, política, social y económica. Para Marc, ha empezado el momento más complejo, a la vez que estimulante, que ha vivido la humanidad.

La transformación digital no es una metodología en sí misma, sino un modo cultural que engloba al personal existente y que permite cambiar procesos y modelos de trabajo digitalizándolos para hacerlos más eficientes. No atender la relación entre esa tecnología y el cómo las personas van a tener que gestionarla es un problema lírico. Sobre todo en el ámbito de cómo ese papel humano va a ser muy distinto al que ahora tiene. De colaborar pasaremos a controlar, y de gestionar, a interpretar.

Cuando hablamos de «trabajo» o «empleo» Marc tiene ideas interesantes. El contrato social denominado «empleo» abandonará su significado actual. Todo lo que no sea automatizable tendrá un valor incalculable. En cambio, los que se basan en rutinas desaparecerán. Parece que todo conduce a un punto de inflexión relevante ese año, casi tanto que es muy probable que para entonces estemos hablando de una nueva revolución industrial, de automatización, cognitiva, espacial e inmediata. Probablemente estaremos hablando de la «quinta revolución industrial». Esto no tiene que ver con ideologías; esta vez tendrá que ver con planes lo más abiertos posible y que reduzcan los efectos nocivos de este futuro inmediato absolutamente inevitable. Uber va a deshacerse de todos sus conductores tan pronto como pueda. Su objetivo no es contratarlos para que conduzcan, su fin es transportar a sus clientes de la manera más eficiente posible, y eso, muy pronto, podrá hacerse sin intervención humana al volante. Como William Gibson escribió, el futuro ya está aquí, pero se está distribuyendo de manera desigual.

En los Emiratos Árabes Unidos (EAU) hay un ministro de Inteligencia Artificial, cargo que ejerce el político Omar bin Sultan Al Olama desde 2017 y que abarcará nueve sectores socioeconómicos: transporte, espacio, energías renovables, agua, tecnología, educación, medio ambiente y tráfico. Con ello, los EAU han sido el primer país en abordar estratégicamente los dilemas y retos que genera la incorporación de la tecnología futura. Legislar con una visión de futuro (algo que debería ser obligatorio en toda la práctica de la Administración Pública, pero no lo es) depende de una visión transversal de todo un gobierno que identifique la complejidad de los riesgos y retos que nos depara una revolución tecno-cultural como la que vivimos.

Diseñar un antídoto contra la improvisación y la táctica cortoplacista habitual en la política se hace imprescindible. Para Marc (y coincido plenamente con él), los políticos (la clase política) padecen una cierta «miopía de legislatura» que les impide ver más allá de cuatro años o seis años, lo cual conlleva toma de decisiones políticas importantes sin tener en cuenta cómo afectarán al país y al planeta dentro de diez, veinte o cien años. Compañías como IBM, Procter & Gamble y Google han confiado en los llamados futuristas para identificar límites, trazar tendencias y construir escenarios para los próximos lustros en sus organizaciones e industrias.

En Suecia existe algo muy parecido a un Ministerio del Futuro. Se trata del Ministerio para el Desarrollo Estratégico y la Cooperación Nórdica, actualmente en mano de Kristina Persson, llamada la “Ministra del Futuro”. A su cargo está el diseño de las respuestas estratégicas a las tensiones económicas y sociales vinculadas a los avances tecnológicos, la globalización, la irrupción de una sociedad que no necesita trabajar para vivir, la automatización de todo o, entre muchas más, los modos de integrar la ética del desarrollo en la forma de vida escandinava. Lo importante es que los gobiernos se apresuren a identificar los notables retos, desafíos y riesgos de la sociedad futura inminente y a medio plazo, ya que, en otro caso, podrían estar hipotecando la vida de nuestros hijos y nietos, y también la de muchos de aquellos que hoy aún ven muy lejos su jubilación. Debemos pasar a un debate serio, profesional y tecnológico, sobre cómo vamos a afrontar social y políticamente un mundo sin empleo (o con un nuevo empleo), sobre cómo vamos a legislar las innovaciones que vienen y sobre qué medidas y acciones concretas poner en marcha para afrontar el futuro. Para Marc, no estamos en la antesala de una crisis, sino ante un cambio de modelo social que requiere hacer algo.

Marc está seguro en el que hay que erradicar los «Ministerios del Pasado» que nos pueden estar apartando del siguiente nivel, un escenario inmejorable para el que algunos países ya están haciendo previsiones y preparativos, mientras que otros seguimos discutiendo sobre banderas y celebrando «meriendas» partidistas. En todas partes se habla siempre de lo inmediato. Se abusa de la táctica y se deja de lado la estrategia.

Un futuro sin empleo o un futuro con un empleo distinto se avecina a paso firme. Es un futuro con un modelo social, cultural y económico muy distinto y que requiere de un presente político también muy diferente, de un consejo de ministros diametralmente diferente al que tienen la mayoría de países actualmente, de uno que interprete lo determinante del momento. ¿Cómo se prepara a una sociedad y a sus estructuras económicas para ese día, para cuando se necesite un tejido socioeconómico de vanguardia y adaptable en el que implementar medidas que aborden la nueva realidad en lo laboral, en lo productivo y en lo humano? El futuro no se conquista esperándolo. Una sociedad no puede enfrentarse a la mayor revolución económica conocida hasta la fecha sin mover un dedo.

Mientras habrá sociedades con visión de futuro, con líderes que pensaron que algo había que hacer y lo lideraron, otras seguirán pasando horas ante el televisor admirando a gente que se vanagloria públicamente de no saber nada o de ser admirable por el número de operaciones estéticas que acumulan. Es un proceso sofisticado y progresivo. Pero ya ha empezado, y no va a detenerse

Se contempla el futuro desde la miopía de la táctica en lugar de hacerlo desde la perspectiva de la estrategia. Se habla de recuperación, pero esto es un espejismo. Qué tipo de crecimiento estamos viviendo, qué grado de consistencia tiene, a qué modelo responde (si es que se ha podido elegir modelo). ¿Alguna idea sobre cuál va a ser el motor económico en los próximos cinco años? ¿Lo mismo de antes? ¿Mantenemos el estímulo sobre sectores intensivos?

La deflación del capital nos ha traído una deflación social, una deflación estructural en todos los ámbitos de relación social. Ni siquiera el turismo ha hecho caso de la oferta tecnológica, socioeconómica, innovadora y ajustada a un modelo digital y circular como sí hace el resto del mundo moderno.

Vivimos bajo el despliegue tecnológico más importante que ha vivido nuestra civilización, y los últimos trenes ya están saliendo. Es una necesidad desde el punto de vista empresarial liderar el reto de la transformación digital y de abrazar la cuarta revolución industrial para ofrecer una oferta competitiva en el mundo que nos ha tocado vivir. Necesitamos un programa nacional que busque modernizar todos los aspectos productivos de un país y que lo sitúe en la vanguardia de esta revolución industrial, lo cual exige abordar cuatro aspectos determinantes: la automatización, el acceso digital al cliente, la información digital y la conectividad (es decir: la cultura digital). Se crea empleo, sí; pero es un empleo cuya cotización no aguantará las pensiones futuras, un empleo que no moderniza nuestra economía, un empleo dependiente de sectores cíclicos y de escaso valor añadido, un empleo que no exige el reto de confrontar lo humano a lo tecnológico. La tecnología no es un eslogan o un anuncio televisivo, es sustancial a una nueva y próspera manera de entender la economía.

Marc hace una comparativa importante, mientras otros países centran sus esfuerzos en hacer bonitos eventos en los que parezca que hay un vibrante ecosistema de emprendedores tecnológicos, otros, como Irlanda, se dedican a crearlo de verdad. En Irlanda se crean 146 startups diarias, 2 de cada 3 nuevos empleos son en empresas tecnológicas, el 10 por ciento de los trabajadores de Dublín son desarrolladores informáticos, es el país con mayor inversión en fintech (tecnología financiera) y blockchain (tecnología de cadena de bloques), el segundo país del mundo en inversión tecnológica per cápita y, ahora, además, el tercer país con mayor número de empresas tecnológicas por habitante. Uno de cada diez trabajadores de la capital de un país como Irlanda trabajan en tecnología.

Irlanda, desde el proyecto Horizon 2020, dos terceras partes de los empleos tecnológicos creados en lo que llevamos de año, están, además, vinculados a consultoras o agencias especializadas en transformación digital en el país celta. Dublín será una de las capitales con mayor tracción en materia de consultoría de innovación y de desarrollo de tecnología asociada. El futuro debería ir por ahí.¿Qué estamos haciendo el resto? ¿Seguimos estimulando empleos que sabemos que van a desaparecer en menos de una década? ¿De quién es la responsabilidad de eso?

Ni el sector turístico ni el inmobiliario seguirán siendo tractores económicos como lo fueron. Ayer y hoy, quizá esos sectores han generado más empleo, más consumo, más sensación de crecimiento. Pero ese tipo de empleo no garantiza nada para el futuro. Crear siliconvaleis por todas partes no es la solución, y además no es viable. Eso no se hace en diez días aprovechando un polígono industrial abandonado. No va de montar teatros, va de poner las decisiones correctas sobre la mesa y de ejecutarlas. Va de bajar los impuestos, facilitar la creación de negocios innovadores, estimular que las empresas sean tecnológicas, conectar la formación con demanda y no castigar la inversión internacional que quiere apoyar proyectos locales. En el caso de Irlanda, lo que es extremadamente interesante, es cómo la transformación digital de un país se está produciendo a la vez que se recupera la economía tras una recesión profunda. Estimular un cambio de modelo productivo vinculado al conocimiento, la innovación, el valor añadido, los servicios complejos y la tecnología aplicada debería de ser una obligación.

Un ejemplo claro es la historia. Hacia finales del siglo XVIII cuando por vez primera se instaló una máquina de vapor en una fábrica textil, en el sur de Londres, unos 397 operarios fueron despedidos. Si tienes acceso a la prensa de entonces, podrás leer que aquella sociedad llamó «crisis industrial» a lo que siglos más tarde hemos llamado «primera revolución industrial». Una nueva sociedad está naciendo, y lo hace de las entrañas de esta «revolución sociotecnológica» sin precedentes, aunque su materialización real, su cristalización, dependerá de una fase posterior que lo digiera, tal vez ya en plena «quinta revolución».

Durante el invierno de 2016 se oficializó la expresión «revolución industrial 4.0», o «cuarta revolución industrial». Eso sucedió durante la 46a edición de la Reunión Anual del Foro Económico Mundial celebrado en Davos-Klosters, Suiza. Por primera vez, la transformación digital pasó a primer plano, y se analizaron también temas como los problemas de seguridad, el tratamiento de los datos, el comercio digital y la formación social. Se consideró que los productos, el tratamiento de los datos, la seguridad, la propia transformación, la confianza en lo digital y la implementación de habilidades y formación genérica eran las claves para las empresas y los gobiernos a la hora de poner en marcha las reformas que el mundo iba a precisar.

Los productos han permanecido exactamente igual durante mucho tiempo, mientras que la disrupción digital está atacando y trastocando canales y medios de adquisición de bienes y servicios. Los productos digitales que se utilizan para ayudar al crecimiento del negocio se reinventan constantemente, y eso obliga a que las empresas estén asesoradas y vinculadas de manera permanente a un modelo de gestión coordinada innovando junto a expertos en transformación digital. Los datos se están convirtiendo en un activo competitivo que se acumula continuamente para las empresas y eso está provocando desequilibrios entre lo que sabemos y lo que saben de nosotros. Comerciar con sus datos no puede ser algo conceptual; debe ser posible identificar para qué son.

En el ámbito de la seguridad se comentó que las empresas ahora son más vulnerables a los ataques cibernéticos que hace unos años, ya que el 84 por ciento de los activos empresariales son ahora intangibles. Todas las empresas necesitan entender al consumidor puesto que es el que controla el match, en el que las interacciones de los consumidores son omnipresentes y eso obliga a las empresas a ser visibles y estar disponibles en todos los puntos de contacto
Esto exigirá un cambio de mentalidad directiva.

Las empresas deben seguir invirtiendo en sus trabajadores jóvenes y no tan jóvenes con el fin de crear una futura fuerza de trabajo con las habilidades pertinentes. Obliga a la adopción en masa de nuevas habilidades técnicas y de un lenguaje nuevo, con el fin de disminuir la brecha de conocimientos y habilidades en el futuro. Por ejemplo en esto apuesta BlackSchool.

Las cuatro revoluciones

Las tres revoluciones industriales que han precedido a la actual cambiaron el mundo completamente y se llevaron por delante modelos de vida y crearon otros. La primera revolución industrial (aproximadamente de 1760 a 1830) fue la mecanización de la producción gracias a la máquina de vapor. La segunda (1860-1914) tuvo que ver con la división del trabajo al aparecer la producción en masa y emplearse la electricidad, los hidrocarburos, nuevos materiales y nuevos sistemas de transporte. La tercera revolución industrial, o científico-técnica (llamada así en 2006 por el sociólogo y economista Jeremy Rifkin), surgió de la automatización vinculada a la informática y la electrónica, y se estima que ocupa entre 1965 y 1990, cuando surge la red internet. Y la cuarta y vigente revolución es, como decíamos, la de la transformación digital causada por los sistemas inteligentes, interconectados y capaces de ser autónomos en la toma de decisiones. Este último término lo acuñó el economista Klaus Schwab en 2016, y se puede decir que comienza a visibilizarse hacia 2010. La diferencia con respecto a otras épocas es que ahora vivimos la revolución más compleja jamás vivida, porque se suman varias.

Para Marc, estamos en una revolución cognitiva, capaz de incidir en la gestión predictiva de datos, en la inteligencia artificial, en la robótica, en la nanotecnología, en la biotecnología, en la conexión absoluta de objetos inteligentes, en la «internet de las cosas» (internet of things, IoT), en la «internet del todo» (internet of everything, IoE), en los vehículos autónomos sin conducción humana, en la automatización de los servicios o en la impresión 3D…, una revolución que traerá las nuevas piezas de un artilugio económico y social que provocará un cambio sin precedentes y que dejará el papel humano en un plano muy diferente, un plano que parece que muy pocos están ahora dispuestos a afrontar y a debatir.

La nueva sociedad se caracterizará por un ecosistema empresarial surgido del mundo de las startups (o empresa emergentes), que se llevarán por delante a las grandes corporaciones que sean incapaces de adaptarse. Por lo tanto, podemos ir pensando en una nueva filosofía socioeconómica que sea capaz de redistribuirlo todo, e incluso podemos definir en qué consistirá ese nuevo empleo en un mundo en el que nada va a permanecer estático.

Un reto agrícola

Cada vez hay más hectáreas cultivadas sin ninguna intervención humana, ni en la siembra, ni en el cuidado, ni en la recogida. El sector agrícola tiene tres referencias mundiales cuando hablamos de cómo le afecta la industria 4.0., y son Silicon Valley, el Reino Unido e Israel (eficiencia y futuro sostenible). Plantar, mantener y cosechar cultivos lleva tiempo, energía, dinero, mano de obra, recursos y muchas cosas más. Desde inteligencia artificial para controlar el cultivo de tomates, cámaras instaladas en el invernadero toman imágenes frecuentes de las plantas, y un algoritmo identifica señales visuales de problemas emergentes como plagas y enfermedades. La agricultura moderna, llamada agrotech, obliga a que los agricultores tomen decisiones sobre el uso de los recursos existentes, del suelo, del agua o de la energía mediante el uso de esa nueva tecnología.

Un agricultor tiene cualidades que no tiene ningún algoritmo: intuición, experiencia, creatividad y décadas de técnicas tradicionales. Este compromiso con la agricultura de precisión les ayuda a usar menos recursos mientras mejoran las cosechas y reducen su impacto sobre el medio ambiente. Y es que esto va de «eficiencia», no de crecimiento. Va de medio ambiente, va de ser sostenible. ¿Es la inteligencia artificial el futuro de la agricultura? Con drones, robots, sistemas inteligentes de monitoreo, la inteligencia artificial y aprendizaje automático, parece evidente que se revolucionará el futuro de la agricultura a medida que la próxima fase de la agricultura de ultraprecisión vaya llegando.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la población mundial llegará a 9.200 millones hacia 2050, y de ello deduce que el sector agrícola mundial estará sometido a la mayor presión que jamás haya tenido, con 2.000 millones más de bocas que alimentar en la siguiente década. Lo que se necesitará, por tanto, será una mayor eficiencia dentro de los métodos agrícolas actuales, ya que los agricultores deberán «hacer más con menos. Aprendamos a conjugar el verbo «optimizar» antes que el de «crecer».

Esta distinción entre «conocimiento tácito» (el que se tiene pero no se puede explicitar) y el «conocimiento explícito» (el que se puede formular, codificar y transmitir) se relaciona directamente con la cuestión de qué harán los humanos para producir valor económico en el futuro. Históricamente, las tareas que han realizado los humanos se han dividido en varias categorías: primera: la que utiliza el propio cuerpo para mover objetos físicos; segunda, la que usa los ojos y las manos para crear bienes materiales; tercera, la que involucra materiales en procesos de producción impulsados por máquinas; cuarta, la que ya tiene que ver con los procesadores para el cálculo; quinta, la que incorpora el software que permite el intercambio de información; sexta, la que ya implica a quien escribe ese software o construye esos procesadores; sexta, la que proporciona la conexión humana con esa tecnología; séptima, la que permite arbitrar toda la actividad humana desde cualquier ámbito; y, finalmente, la octava, la que precisa pensar de un modo crítico para resolver problemas complejos a partir del diseño, la creatividad y la intuición. La paradoja de Polanyi, quien creó el concepto de «conocimiento tácito», ese conocimiento que tenemos pero que es total o parcialmente inexpresable, codificable y transmisible

Nunca jamás entenderé cómo se puede pagar menos a una mujer por el hecho de ser mujer. No lo he comprendido nunca, y me cuesta entender qué políticas y procesos lo permiten en las empresas. El origen del problema, según los expertos, radica en prejuicios culturales. El hiperanálisis genera parálisis.

Vivimos un momento histórico en el que afrontamos los desafíos más importantes que hemos tenido como especie, en el que tendremos que establecer bases y criterios acerca del propio papel humano en las próximas dos décadas, así como sobre nuestro objetivo como especie, sobre el nacimiento de otra nueva era poshumana y sintética y sobre un mundo con un empleo distinto y donde todo será muy complejo de gestionar.

En este momento histórico, unos vivirán su crisis y otros su revolución.

Esa revolución debe ser aceptada en cuatro vertientes relevantes: una vida de incertidumbre, una vitalidad extrema, practicar la deconstrucción y saborear la inestabilidad. Los cambios tecnológicos crean oportunidades y retos sin precedentes y el avance en innovación precisa de un entorno que favorezca su despliegue. Sedebe tener una inversión mayor en I+D, promover instituciones científicas de alta calidad, generar una extensa colaboración entre universidades e industria y realizar una buena protección de la propiedad intelectual. Todo ello estimula la innovación. Se trata de generar tejido empresarial digital, transformar procesos administrativos y generar confianza a quienes deben apostar su dinero en ello. Fomentar la economía colaborativa, mejorar una sociedad, de hacerlo desde el uso de la tecnología y a partir de lo que ésta ofrece. Ésta tendrá como resultado un modelo nuevo de organización social donde conceptos como propiedad, empleo, libertad o estado deberán repensarse.

Estaríamos ante una inminente lucha de tipo social que exigiría corregir los desajustes y riesgos que toda revolución tecnológica e industrial conlleva. Finlandia planea crear un contrato laboral universal de apenas media jornada y estimular la renta básica a partir de automatizar su estructura económica. La tecnología es un activo político si lo encuadras en un plan de desarrollo nacional, y hay que explicarlo a todos los estadios de la economía.

En nuestro país, el progreso no depende de las materias primas, sino del talento que captemos y de la tecnología que desarrollemos. Pero ¿y si aprovechamos que la cosa parece desperezarse para dinamizar una economía vinculada a las nuevas tecnologías?, ¿y si vamos preparando nuestra sociedad para un mundo automático y robotizado? Se necesita infraestructura para liderar la revolución industrial y tecnológica que vivimos.

Para cualquier país que quiera conquistar su futuro, un futuro que dependerá de la rapidez de adaptación a un nuevo modelo productivo. El futuro, en el que convergen robótica e inteligencia artificial, dependerá de la rapidez de adaptación al nuevo paradigma y de la digitalización como herramienta esencial para llegar a todos los ámbitos. Sin innovación no hay futuro.

¿Cómo prevén nuestros gobernantes que vamos a enfrentarnos a un mundo en el que el incremento de automatizaciones, robots y procesos reducidos producirá una sustitución de personas en los servicios? El mundo, ese otro mundo, sigue modernizando sus sistemas, automatizándolo todo, gestionando datos y cambiando la cadena de valor de todo lo que se produce. La generación de políticos más inútiles de la historia se está ventilando la oportunidad de todos, se está repartiendo un pastel que era de nuestros hijos. Lo hacen porque no tienen claro si podrán comerse otro. Sólo nos queda Eurovisión…, y nunca gana España. Apenas saben nada ni se dejan asesorar-

Mientras pensamos en cómo dar de comer a millones de personas que se van quedando sin trabajo, mientras los gobiernos piensan desordenadamente cómo enfrentarse a las encuestas, el empleo desaparece en términos generales. Tenemos que revisar el propio concepto de «empleo». Cómo vamos a fabricar un mundo donde el ser humano requiere trabajar sólo en aquello que lo hace humano de verdad: su creatividad, su percepción intuitiva de la vida o su pensamiento crítico.

Los avances tecnológicos van a provocar un cambio importante en el mercado de trabajo en breve. Habrá un riesgo de desempleo general y subempleo crónico que acrecentará las diferencias sociales de manera drástica. Hay un riesgo de brecha cada vez mayor entre los que tendrán tecnología y los que no, y ello tendría unas gravísimas consecuencias sobre la ocupación laboral.

La generación de políticos más egoístas, mediocres y mal informados de la historia se está cargando la historia. Cómo vamos a manejar esto ahora con la última revolución tecnológica? Los robots no sólo están haciendo trabajos arriesgados o difíciles, ahora hacen cualquier trabajo que suponga una reducción de costes. No es futuro, es presente. El acento recaerá en el modo en el que vamos a generar los puestos de trabajo que ahora no existen. Necesitamos un liderazgo creíble y capaz de asumir el reto histórico que nos ha tocado vivir debe nacer desde la política en mayúsculas.

La diferencia entre los que lo están trabajando y los que no lo hacen determinará cuáles serán los países ricos y los pobres en un futuro inmediato. Cuando el discurso se centra en lo ideológico y no en lo técnico, perdemos todos. Vamos a tener que cambiar, es inevitable. Hablo de tres conceptos diáfanos: el futuro nuevo significado del contrato social llamado «trabajo» o «empleo»; la modificación del modelo impositivo actual, que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y que reduce peligrosamente la composición de la llamada clase media; y el valor educativo de nuestro sistema actual.

Conceptos importantes

  1. El concepto trabajo es actualmente un contrato aceptado por todos. Tú trabajas y produces. La empresa te paga por ese rendimiento. En un futuro donde tu trabajo siempre podrá ser mejorado por una máquina, el espacio laboral que te queda deberá tener otro sentido. La productividad será artificial, la creatividad será humana. El valor de lo intangible tomará un sentido desconocido hasta ahora.
  2. Si la riqueza generada no se equilibra en todos los espacios sociales, el conflicto es inevitable. La sociedad verá en los avances a un enemigo y no a un aliado. Cada revolución tecnológica significaba un parto doloroso que al final siempre acabó en mejoras para la sociedad. Lo que se debe hacer es diseñar ordenadamente una transición hacia un equilibrio que, por supuesto, a muchos ricos no les va a gustar, pero que es irremediable.
  3. Y la tercera tiene que ver con el valor educativo. Los niños de tres o cuatro años de edad de hoy no se sacarán el carnet de conducir y vivirán en un entorno de economía circular, y el 90 por ciento de ellos residirán en ciudades inteligentes. El empleo al que podrán acceder es desconocido. No podemos saberlo. De hecho, intuirlo es irrelevante por la cantidad de errores que podemos cometer.

Tom Goodwin señalaba que desde la primera revolución industrial hemos ido desarrollando una cadena de valor basada en complejas fórmulas que incorporaban distribuidores, importadores, mayoristas y minoristas, lo que a su vez permitió, desde entonces, que cualquier producto se pueda vender y consumir en cualquier lugar. Pero fue internet el responsable de la mayor mutación de todo eso.

Ahora, otra nueva tecnología modifica el escenario, y todo es automático: la «internet automática». Va sola. El 90 por ciento de cuanto sucede ya no tiene que ver con nuestra acción o deseo. El big data y otros aspectos ejecutan de modo determinante sin consultar. En internet, este nuevo avance lo está cambiando todo. Todo empezó con una «internet técnica». Los primeros años de un modo de comunicar que permitía trasladar información cifrada de un lugar a otro aprovechando la potencia de eliminar todas las barreras. Pero era dependiente de muchos aspectos. Luego llegó una «internet empresarial». Antes de 2000, las empresas se lanzaron a la conquista de su «espacio web. Más tarde llegó una «internet social», que supuso modificar el lugar donde pasaban las cosas y generaba una libertad total para el usuario. Tu ordenador es simplemente la «pantalla» de algo que pasa en el servidor remoto de alguien.

En breve se extenderá la internet de las cosas (IoT), que ya está aterrizando. Es mucho más que automatizar, es sencillamente un nuevo campo tecnológico dentro del concepto internet que ha decidido que conectar personas está muy bien, pero que si te pones a conectar objetos el universo se amplía y se facilita la vida. Dentro de muy poco irrumpirá la «internet poshumana», la llamada internet del todo (IoE), que ya está detrás de la esquina. La IoE es algo que suena a quinta revolución más que a la cuarta actual; es un escenario donde quienes «entrarán» en la red ya no seremos nosotros. Lo harán nuestros robots, nuestro software inteligente que se relacionará con ese mundo líquido y cambiante, que lo interpretará mejor que nadie y nos lo entregará a la carta, su carta. Nos acercamos a un nuevo y radical cambio. Tiene que ver con la adaptación al medio de algo vivo, con la propia evolución de algo nuevo que interpretábamos que era un «sistema» y ha resultado ser un «ecosistema» que muta, mejora y se adapta. El mundo ha empezado a automatizarse completamente sin tu permiso, sin el permiso de nadie.

El ferrocarril fue el detonante para que personas brillantes dibujaran la antesala de la modernidad. El invento de la locomotora a vapor en el Reino Unido se convertiría en el principio de todo. Los años en que vivieron personas tan brillantes como Thomas Alva Edison, Alexander Graham Bell, Nikola Tesla o George Westinghouse coinciden con momentos de la historia en los que se han dado el conocimiento, el humanismo, la ciencia, el progreso y los cambios socioeconómicos disruptivos. En Estados Unidos, en plena guerra de Secesión, aquellos hombres fueron capaces de convertir una crisis en una revolución. Los coetáneos de aquella época de revoluciones llamaron a ese choque «crisis industrial».

En realidad, esa crisis no es más que una revolución gigantesca en todos los órdenes de la vida, y se expandirá en el tiempo. Los grandes avances de la humanidad no se producen en tiempos de bonanza, suelen ser mucho más nutritivas las épocas complejas y difíciles. Vivimos un cambio de época, y no una época de cambios. Es así, y es una suerte poder ser testigos y, más aún, protagonistas. Aquellos años en los que personas como Edison, Tesla, Westinghouse o Bell encadenaban ciencia, física, negocio y futuro son tan parecidos conceptualmente a los que ahora vivimos que no podemos dejar de mirarlos con atención. ¿Cómo lo asumieron entonces? ¿Qué negocios surgieron de todo ello? ¿Cómo cambió el mundo, a que velocidad y con qué efectos? ¿Cómo se distribuía el conocimiento de esa nueva realidad entre los contemporáneos? Todos ellos vieron un mundo futuro, nuestro mundo.

George Westinghouse, lo hacía pensando en cómo mejorar la vida de las personas. Era reflejo y concepto de movimiento, de comunicación, de que las distancias se reducían y de que los países se cohesionaban. El tren, como ahora es internet, estableció los patrones de un mundo mejor, cada vez más pequeño, próximo y, con el tiempo, mejor informado. Pero Westinghouse también era un emprendedor. A cualquier invento que se le ocurriera le debía dar formato de producto.

Gracias a esa innovación, firmó un contrato en las cataratas del Niágara para producir electricidad, lo que a la postre marcaría el futuro de la humanidad definitivamente, ya que gracias a las centrales hidroeléctricas se pudo empezar a almacenar la energía hasta ahora incontrolable.En 1888, Westinghouse conoció a una de las mentes más relevantes del siglo XIX, Nikola Tesla, quien acababa de presentar el modo de usar la energía eléctrica almacenada de un modo llamado corriente alterna. Westinghouse interpretó en ese descubrimiento la clave para socializar la electricidad, y lo focalizó en los primitivos electrodomésticos. Universalizó casi sin saberlo un nuevo tiempo económico que se agarraba fuerte a la tecnología y su nuevo ritmo.

Creó la «cobertura médica» gracias a su voluntad de transferir la mayor velocidad productiva y la mejora de la seguridad en el trabajo sobrevenida por los avances tecnológicos basados en su manera de entender la electricidad moderna. Mejoró literalmente el aire que respiraban sus trabajadores inaugurando la relación entre el mundo industrial y la necesidad de hacerlo sostenible. Su capacidad para interpretar su presente y crear el futuro fue absolutamente increíble

Fue un hombre que diseñó lugares para que los hijos de sus trabajadores pudieran jugar, creó canalizaciones de gas para que todas las viviendas de esas ciudades tuvieran calefacción, inventó rudimentarias tostadoras, lavadoras y secadoras aprovechando las características de la «corriente alterna».La popularización de estos inventos tardarían décadas en llegar.

Tras la segunda guerra mundial, las ciudades empezaron a replicarse a imagen de las que diseñó George Westinghouse. Hay que defender una tecnología que no sea nuestra enemiga desde el punto de vista económico, sino un medio para mejorar nuestro entorno. Y eso hizo Westinghouse, cuyos descubrimientos y máquinas se aplicaron a usos cotidianos que mejoraban la calidad de vida.Westinghouse inspiró el futuro, proporcionó una hoja de ruta a quienes, casi un siglo después, verían en todo ello un canal de desarrollo social y universal.

Ahora nos toca a nosotros descifrar nuestro propio momento y protagonizarlo, a la vez que debatimos sobre el papel que jugará la robotización de todos los ámbitos de la producción y sobre cómo la automatización mecánica es, junto al big data, el elemento transformador más intenso que nuestra especie ha vivido jamás. El experimento de la «ciudad Westinghouse» empezó con apenas tres centenares de personas. Luego fueron más de tres mil. Más tarde fue la humanidad. Con el tiempo, la innovación es exponencial.

Si atendemos a cómo hemos afrontado como especie cada revolución industrial y cómo hemos logrado alzarnos en un nuevo Estado del Bienestar asociado a la tecnología, deberíamos ver el futuro con esperanza. ¿Cómo financiaremos un mundo ocioso o culturalmente hambriento y con tiempo para digerirlo todo?

Está claro que algo parecido a lo que se ha denominado «renta básica universal» o «renta mínima garantizada» tendrá que discutirse tarde o temprano. Estamos ante un mundo, muy cercano, en el que trabajar apenas dos horas será suficiente y en el que el resto del tiempo tendremos que pensar qué hacer. No será necesario trabajar más, y sin embargo seremos igual de rentables gracias a la sofisticada ayuda de robots y algoritmos. La posibilidad de disponer de más tiempo para actividades humanas, creativas, filosóficas, científicas, gracias a la reducción de tareas mecánicas, repetitivas o superables por una tecnología cualquiera, ha supuesto siempre avances inéditos que han permitido vivir cada vez mejor a todos.Debemos preguntarnos: ¿qué pasará cuando millones de empresas reemplacen (ya lo están haciendo) muchos de sus puestos de trabajo por robots y algoritmos

Las recesiones generan innovación. Apple, Google, Microsoft o Facebook nacieron en momentos de crisis. Alrededor de 1870, durante una de las mayores crisis que ha vivido la humanidad, se patentaron la bombilla, el teléfono, el fonógrafo, la red eléctrica y el metro urbano. Volverá a pasar. Mientras llega la «singularidad tecnológica», ese momento en el que los robots no nos necesiten para existir y regenerarse, no afectará a la creatividad, al detalle, a la empatía o las relaciones humanas.

El científico computacional Raymond Kurzweil asegura que «el futuro de los robots es más social de lo que pensamos, y pasaremos de ver en pocos años con naturalidad robots articulados con ruedas que lleven pizzas de un lugar a otro, a drones llevando objetos a sus clientes, a coches autónomos desplazándonos, a tener conversaciones con amigos virtuales capaces de simular interés, enfado, alegría o amor» Esto va de un mundo de interrelación más que de sustitución.

Los cambios masivos traerán tiempo para innovar si sabemos cómo afrontarlos. En 2025, Diamandis asegura que una computadora portátil calculará 10,000 trillones de ciclos por segundo. En ese mismo 2025, la internet del todo (IoE), lo que yo llamo en este libro «la automatización completa del mundo», superará los 100.000 millones de dispositivos conectados, cada uno con una docena o más de sensores que recopilen datos. Le llaman la economía del trillón de sensores.

Los mundos que imaginaban Arthur C. Clarke, Asimov, Wells, Bradbury o Huxley, describieron el espacio, la inteligencia artificial, los robots o la comunicación instantánea, pero ninguno imaginó Apple, Google, Amazon o el bitcoin. Nadie reflejó tal y como es en tamaño e importancia la tecnología que nos gobierna.

Me gusta hablar de futuro en una dimensión temporal, lógica, abarcable y potencialmente asumible. La Singularity University (SU) suele hacer predicciones a medio siglo vista. Peter Diamandis, compiló en un listado las 8 innovaciones o sucesos que considera van a cumplirse de un modo exacto en apenas una década. Son las siguientes:

El resultado será una disrupción masiva en una serie de industrias que van desde el retail (o minorista), hasta el sector inmobiliario, la educación, los viajes, el entretenimiento y las formas más básicas y fundamentales con las que operamos como seres humanos. Facebook (Oculus), Google (Magic Leap), Microsoft (Hololens), Sony, Qualcomm, HTC y otros están creando una nueva generación de pantallas e interfaces de usuario que suponen la entrada de lleno a un mundo desconocido, y virtual.

La pantalla tal y como la conocemos, en tu teléfono, en tu computadora o en tu televisor, desaparecerá progresivamente y será reemplazada por gafas. Empresas como IBM Watson, DeepMind y Vicarious continúan trabajando, ya con cierto éxito, en ofrecer en pocos años una nueva «Siri» pero con capacidades ampliadas para comprender y responder inteligentemente, y a un coste residual

Se considera que las criptomonedas descentralizadas, como los bitcoins, van a cambiar el mundo económico. El problema, o virtud, es que el tema vinculado a la divisa es lo de menos. La verdadera innovación es la blockchain en sí misma, un protocolo que permite transferencias digitales de valor seguras y directas (sin intermediarios) y de activos (no sólo dinero, sino también contratos, acciones o identidades. Ya no se parecerá tanto a lo que ahora consideramos sencillamente transformación digital, y escasamente podremos encuadrarlo en la cuarta revolución industrial, porque estaremos bautizando la nueva etapa como la «quinta revolución industrial», la del todo, la de la automatización global de todo lo que sea automatizable. Bienvenido al futuro que es presente, al inmediato mañana que se estructura en un hoy tecnológico y exponencial

La gran mayoría de las empresas que figuran en la famosa lista Fortune 500 utilizan automatizaciones inteligentes para entrevistar a futuros candidatos a ingresar en sus plantillas. Se trata de la incorporación de avatares digitales cuyo comportamiento es el de un robot con cierto grado de interacción, son cada vez más las compañías que utilizan la inteligencia artificial y las herramientas de aprendizaje automático para evaluar a posibles empleados.

Un ejemplo es la empresa DeepSense, con sede en San Francisco, que ayuda a los gerentes de contratación a analizar los perfiles en redes sociales de los candidatos para revelar los rasgos subyacentes de la personalidad. La compañía dice que usa esta prueba de personalidad con base científica, y puede hacerse con o sin el conocimiento de un candidato potencial. Primer gran debate ético.

La idea es alejarse de la evaluación de los candidatos en función de sus hojas de vida profesional y las habilidades que dicen tener, y pasar a tomar decisiones de contratación basadas en las personalidades de las personas y sus enlaces vitales y emocionales con su entorno personal y, por derivación, profesional. Segundo gran debate ético. El «recruitment robótico», en la contratación automática.

La división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos está cambiando exponencialmente. Todos tendremos que convertirnos en aprendices de por vida e ir a trabajar pensando que nuestro puesto laboral está en fase beta constante.

Contiene un algoritmo que compara el tono de voz de los sujetos analizados con otros que ya trabajan en la empresa, los grupos de palabras que utilizan en sus redes con las que utilizan los usuarios desestimados anteriormente y las microexpresiones faciales con las de otras personas que han sido identificadas previamente como de alto rendimiento en el trabajo. Tercer gran debate ético

Los responsables de recursos humanos tienen delante a quien les va a quitar el trabajo ya mismo. Otra disrupción que caracteriza este mundo automático. En 50 años desaparecerán las ocupaciones vinculadas al beneficio económico ejercidas por personas. Lo dijo la propia Casa Blanca en uno de esos análisis sobre el «robotcalipsis». Considera que los robots compondrán hits musicales en 2027 o que en 2047 The New York Times lo escribirá un software. Barack Obama dice que las tareas más complejas y creativas, como escribir libros y realizar matemáticas de alto nivel serán sustituidas por máquinas como máximo en 2051.

En apenas 15 años hemos vivido más innovación que en los 150 anteriores, y en ese siglo y medio, más que en 150,000 años. Como bien ha dicho Thomas Friedman en Gracias por llegar tarde: «Vamos a ver más cambios durante los próximos veinte años que los que hemos visto durante los últimos doscientos»

Los centennials viven vinculados a un entorno virtual incluso en mayor medida que aquellos que se llaman «nativos digitales».

No van a nacer nuevos empleos de manera sustitutiva a los actuales. Habrá nuevos, es obvio, pero no masivamente. Lo que va a pasar es que las tareas actuales se van a hacer de otro modo. La tecnología que estimula una revolución económica e industrial no puede desvincularse del papel que la humanidad debe tener reservado. Ése es el gran reto de las generaciones previas a la Z. Nos toca enfocar sin interferir. De una sociedad que acumula pasaremos a una sociedad que utilice; de la compra de productos, al uso de los servicios. Pero, si todo ello sólo es cosmético, no servirá. Lo complicará todo. Éste es un mundo que va mejor, pero no está asegurado que siga siendo así.

Gartner publicó un informe que explicaba esa relación entre avances tecnológicos y guerra intergeneracional. Según su estudio, pronto se hablará de «silencio tecnológico» referido a la tendencia de las grandes empresas a limitar el tiempo que pasamos frente a una pantalla, y que hará que mirar el móvil constantemente en público sea cada vez algo peor visto. Se hablará de cosas autónomas. Ya se trate de vehículos, robots o procesos agrícolas, las cosas autónomas usan la IA para realizar tareas que tradicionalmente realizan los humanos.

Se hablará de «analítica aumentada». Dada la cantidad de datos, explorar todas las posibilidades se vuelve imposible. Esto significa que las empresas pueden pasar por alto las perspectivas clave de las hipótesis que los analistas de datos no pueden explorar. La analítica aumentada representará una tercera ola importante para la comprensión de esos datos. La analítica aumentada identifica los patrones ocultos mientras elimina el sesgo personal.

Se hablará de «desarrollo impulsado por inteligencia artificial». Las herramientas utilizadas para crear soluciones basadas en la inteligencia artificial se expandirán desde herramientas dirigidas a científicos de datos hasta herramientas dirigidas a la comunidad de desarrolladores profesionales. La analítica aumentada, las pruebas automatizadas, la generación automatizada de código y el desarrollo automatizado de soluciones acelerarán el proceso de desarrollo y permitirán a una gama más amplia de usuarios desarrollar aplicaciones.

El tiempo se convertirá en una moneda como nunca antes.

Se hablará de «gemelos digitales». Un gemelo digital es una representación digital que refleja un objeto, proceso o sistema de la vida real. Se hablará de «tecnologías inmersivas». Hasta 2028, las plataformas de conversación, que cambian la forma en que los usuarios interactúan con el mundo, y las tecnologías como la realidad aumentada (RA), la realidad mixta (RM) y la realidad virtual (RV), que cambian la forma en que los usuarios perciben el mundo, conducirán a una nueva experiencia inmersiva como nunca antes

Se hablará (y mucho) de blockchain, o tecnología de cadena de bloques. Blockchain es un tipo de libro mayor distribuido, una lista en orden cronológico en expansión de registros transaccionales irrevocables y firmados criptográficamente que comparten todos los participantes en una red. Se hablará de «ética digital» y de «privacidad digital. Se va a hablar de «computación cuántica». La computación cuántica es un tipo de computación no clásica que se basa en el estado cuántico de las partículas subatómicas que representan información como elementos denotados como bits cuánticos o «qubits».

Al hablar de una generación que vive en streaming y vincularlo a tipologías de negocio, no sólo Spotify es relevante. Esa transformación productiva y económica que llevaba asociada una transformación social que ha pasado de adquirir cosas a sólo usarlas enlaza directamente con un momento de la historia que nos conecta con la esencia humana. Es cambiar la adquisición de productos por el acceso a su uso, una economía circular que a medida que el planeta evidencie sus necesidades en términos de sostenibilidad no será opcional.

El restaurante ha pasado de vender pizzas a coleccionar datos, y la marca de ropa, de mostrar ropa a vender experiencias virtuales. Ambos ejemplos tienen un punto en común: el conocimiento del cliente. Ambos han pasado de un producto a un servicio. Siguen vendiendo productos, sí, pero ahora también «venden» un servicio. La economía digital está cambiando las reglas de juego tradicionales.

Desde 2000, el 52 por ciento de las empresas de la lista Fortune 500 han quebrado o han sido adquiridas. Se trató de algo rápido, disruptivo y que tuvo que ver con el eléctrico cambio que la transformación digital ha producido en todas las cadenas de valor, en los procesos, en la comunicación y en los modelos de negocio.

Kodak insistió en mantener un producto cuando la fotografía empezaba a ser algo que no precisaba de un soporte ni de un revelado. La digitalización se llevó por delante a la mayor empresa de productos fotográficos de la historia. No convertir su modelo de negocio y su producto en un servicio la mató. Kodak se fundó en 1881. Su idea era muy innovadora. Se trataba de simplificar el proceso de impresión de las placas con las que se tomaban fotografías por aquel entonces. Siete años después lanzaba la primera cámara de fotografía de bolsillo con unos cartuchos que se podían reemplazar, que más tarde se conocería como «carretes. En 1975, Kodak patentó la primera cámara digital. La fotografía digital llegó, nadie pudo evitarlo, y fue a partir de ahí que se hicieron más fotografías que nunca. La cantidad de fotos que hacemos es exponencial.

Blockbuster dominó el alquiler de vídeos originales durante gran parte de la década de los años ochenta y noventa. Llegó a valer 8.400 millones de dólares; Nokia fue líder de la telefonía móvil durante casi dos décadas; empresas innovadoras y con una posición dominante que no identifican la disrupción en su sector o mercado hay muchos. La única manera que tiene una empresa de afrontar cualquier disrupción en su mercado es generando nuevos modelos de negocio a partir de esa incorporación tecnológica. El internet de las cosas (IoT) y el internet del todo (IoE) definirán este futuro inmediato en plena «industria 5.0»

Los taxistas protestan por la llegada de Uber. Los taxis esperaban que imponiendo la regulación salvarían su modelo de negocio. Se equivocaban, como se equivocaron otros antes. La opción de abrazar un modelo de gestión, uso y negocio es la clave para enfrentarse a cualquier disrupción. La otra es tratar bien a tu cliente y usuario. Esto va de colocar a un nuevo cliente digital en el centro de la cadena de valor, son sencillamente respuestas a un nuevo modo de vida que considera que lo importante no es sólo ir de un lugar a otro, lo trascendental es cómo se vive toda esa experiencia y cómo se adapta a la necesidad de cada momento. Sin embargo el enemigo de los taxistas no es Uber. El rival del taxista es el futuro, los nuevos tiempos y el peso de lo inevitable. Los tres actores son: conductores, pasajeros y legisladores. Además compañías como Bosch, Daimler y Mercedes-Benz van a lanzar un servicio de «robotaxis» en ciudades europeas y estadounidenses; creando un servicio automatizado de transporte de pasajeros.

Mercedes, BMW o Tesla ya han dado a conocer sus avances sobre este tipo disruptivo de vehículos, y han informado de sus características y de su plan comercial. Otras compañías tecnológicas, como Google, también están en esa carrera. Kjell Nordström, comentó: cuando un coche no se pare porque uno de sus sensores recibe la información de que delante hay una persona, sino que pare porque sepa que eso tiene repercusiones dramáticas. Es decir, un coche autónomo no será factible hasta que sea un coche pensante.

Según Business Insider, como decía, el número de coches autónomos crecerá hasta los diez millones en apenas un año a partir de 2022. Las limitaciones a su uso y evolución volverán a estar en manos de los gobiernos, las regulaciones y las aseguradoras. Nadie realiza estas inversiones de tiempo y dinero si detrás no hay una hoja de ruta más o menos clara, un rendimiento más que evidente y un plan de modernización y supervivencia de un modelo empresarial. Porque los inversionistas invierten. Muchas marcas de coches ya no piensan en vender, piensan en ser un servicio de transporte, de autotransporte tal vez. El asunto es el valor de la propiedad y la rentabilidad de tener vehículos aparcados todo el tiempo sin ser utilizados. Eso es sencillamente un desperdicio industrial enorme.

Las noticias sobre la evolución en los coches sin conductor se acumulan. Toyota Motor, Honda Motor y Nissan Motor trabajan en la actualidad para liderar el mercado de los coches autónomos. La idea de que los coches sin conductor son algo que sucederá algún día pero que no los veremos hasta dentro de décadas cada vez tiene menos peso. La innovación exponencial y la adaptación legislativa se están acelerando de manera notable.

La clave no es tanto si el vehículo está conducido por alguien o va solo. La verdadera revolución social vinculada a la tecnología es que ya no es un tema de dejar de ser «conductor», el asunto es que la gente deja de ser «dueño»; y con ello se pasa de consumir un producto a consumir un servicio autónomo o, al menos, a la automatización de la movilidad. Éste es un rasgo definitorio de la quinta revolución. Enrik Christensen, director del Instituto de Robótica Contextual de la Universidad de California en San Diego, quien asegura que los nacidos este año nunca llegarán a conducir un automóvil.

Uno de los mayores fabricantes del sector automovilístico, ha puesto su foco de su compañía a responder cómo enfrentarse a un mundo en el que la gente joven no quiere tener un vehículo de propiedad. Pasar de productos a servicios: propuestas de valor. Asumen que el coche del futuro no será un producto, sino un servicio. No compraremos coches, los usaremos cuando se precisen. Desde 2024 hasta 2030, el responsable de cualquier accidente de este tipo de coches autónomos será el fabricante. Se incorporan salvedades que afectan al proveedor del software y al del valor «propiedad» que interferirá sobre la responsabilidad del «pasajero» del coche (llamado «pasajero» puesto que ya no podrá considerarse «conductor»

Por un lado, «la ciudad» no permitirá que circulen coches que no estén «actualizados» ni en condiciones de funcionar como vehículos autónomos. Por otro lado, será masiva la desaparición de señales de tráfico, parkings, semáforos, rotondas, espacios reservados a vehículos, etcétera, lo que cambiará la fisonomía de nuestro entorno de una manera ciertamente muy importante.

Cualquier sistema digital conectado a una red es susceptible de ser infectado. ¿Qué supondría un ataque informático ordenado a un sistema de movilidad como el que se describe en esos informes? Podría ser como sucede en el high frequency market de los sistemas financieros, que se bloquean cuando son atacados, podría ser que, en el futuro, una ciudad se quedara sin movilidad por una injerencia no autorizada a los servidores que ordenen el tráfico de esa localidad. Las marcas con mayor inversión en coches autónomos y en plataformas que aseguran estar preparándose para el TaaS (transportation as a service) se sitúan en Alemania, el Reino Unido, Estados Unidos y Corea del Sur. Los vehículos TaaS son, sin duda alguna, el primer escalón hacia un mundo donde conducir tu propio vehículo sea algo vintage. Y el ser humano que no conducirá jamás ya ha nacido.

Estamos iniciando la parte más pronunciada de lo que se denomina la curva de la innovación y aceptación. En un par de décadas se proporcionará un transporte universal equivalente a lo que ahora conocemos como «cobertura del móvil» y que, en lugar de ser tuyos, serán un servicio de movilidad disponible. Hasta que no se estimule evitar la compra de vehículos tradicionales, la incorporación de los vehículos autónomos se retrasará. Lo vamos a vivir como sociedad en menos de dos décadas y que afecta al modo en el que nos movemos. Tiene mucho que ver con cómo la sociedad es capaz de digerir los avances. La política y los gobiernos son los responsables de marcar líneas estratégicas y acciones políticas para que ese desacoplamiento sea el menor posible

Se trata de iniciar el camino hacia el servicio de movilidad TaaS (transportation as a service). Cualquier persona que quiera utilizarlo lo hace desde una petición digital en la aplicación y un coche aleatoriamente será seleccionado con base en el trayecto sugerido, la posición y la combinación de tráfico u otros pasajeros potenciales. Lo que quieren es que el coche «piense». El coche no debe evitar un camión por el hecho de que una orden binaria le diga que hay un objeto enorme en su camino que se debe evitar, sino que debe «entender» que si continua recto nos matamos.

Los automóviles están estacionados el 95 por ciento del tiempo, y la pregunta que se hacen en IBM es: ¿cómo podemos utilizar esos coches parados para hacer la vida mejor a todos? Porque pertenece al concepto de la internet del todo (IoE), el automóvil es el gran dispositivo de la IoT, posee cámaras, sensores e infraestructura de comunicación sin uso durante el 95 por ciento del tiempo. Pasamos de producto a servicio de nuevo. El cambio no es el coche autónomo; el tema central es la tendencia, que tarde o temprano va a ser imparable, hacia un servicio de movilidad mucho más eficiente y sostenible, y que se va a llevar por delante modelos de negocio establecidos con anterioridad: aseguradoras, vigilantes de parking, semáforos, multas, concesionarios, etc.

El único modo de enfrentarse a esa disrupción es partiendo del conocimiento de que un nuevo modelo de negocio es algo más que venderle a un nuevo target (o público objetivo) u ofrecer una nueva oferta o un nuevo producto a un público que no tenías. Viviremos una reconversión de la industria hacia servicios que todas ellas deberán ofrecer lo antes posible, así como si sus estrategias están coordinadas con las de su sector, en objetivos y en velocidad.

La competencia son startups disruptivas. Una startup tiene la ventaja del descaro, de la disrupción desde el origen, desde la génesis, pero una mediana empresa tiene la experiencia en el sector. Así que se necesita pensar como Startup. Los líderes confunden transformación digital con un mayor gasto en tecnología. Se trata de «transformar», de que la palabra «transformación» lidere el significado. Mutar, cambiar, abrazar un nuevo elemento y un espacio distinto a una velocidad inédita y de un modo desconocidamente compartido. La transformación digital se reduce a digerir el hecho de que las personas y sus comportamientos digitales son completamente distintos a los de los clientes tradicionales

Se trata de lograr una mayor comprensión de la naturaleza y del contexto de esta disrupción, por medio de evaluar a quienes lo protagonizan y de adelantarse a quienes lo protagonizarán.

En primer lugar, la importancia de entender el ritmo de esas acciones disruptivas; en segundo término, el motivo por el que se acumula tal número de cambios; un tercer aspecto sería que resulta importante saber quiénes son parte de ellos; y finalmente se debe detectar qué tipo de empresas van a retorcer aún más el escenario económico digital.

En el sector financiero, los bancos; se trata del mayor cambio al que la banca se ha enfrentado jamás. No va de regulaciones, ni de adaptarse a una burbuja que les reventó en la cara… Esto va de que el sector, tal y como lo conocemos, está en juego su estructura comercial, formal y de gestión ya que tienen un problema. Un problema que no es adaptativo. No se trata de cambiar el nombre de una entidad, buscar otro más cool o inundar las redes con frases hechas sobre la libertad y el movimiento. Eso es pura epidermis. No es sobre el marketing.

Ya le pasó a otros sectores; al de contenidos, al del turismo, al del transporte, al de la producción y a otros. Pero nuestros líderes entiende que esto es más cosmético que estructural.Y se equivocan. Se trata de redefinir el propio papel de los bancos. Los bancos, siempre asentados en la garantía de que sin ellos no se podía financiar, transferir, intercambiar divisas o gestionar activos, se encuentran ahora con que no hay intermediarios en muchas de esas operativas porque el intermediario es la propia red, esa que ellos usaban y que ahora está disponible para todos de un modo tremendamente sencillo.

Para financiar un proyecto, miles de personas acceden al crowdfunding o a los préstamos peer-to-peer, y de que utilizan el móvil para gestionar transacciones o para intercambiar divisas. El fintech lo hace todo, todo lo que desde un banco u otros gestores financieros ya hacían, y lo hacen más barato, más fácil y más rápido. En breve nos presentarán regulaciones, inconvenientes, órdenes generales y lo que sea para evitar lo inevitable: las nuevas tendencias de los sistemas de pago que ya están modificando las relaciones entre consumidor y productor, diversificando las criptomonedas, la propia tecnología blockchain, los protocolos de pago en NFC, la llegada de una nueva regulación indispensable y, debido a esto seguramente el retorno al valor original de las firmas financieras aunque sea reinventando su papel.

  1. Nuevos modelos de pago
  2. Criptomonedas. En tiempos de crecimiento exponencial
  3. Tecnología blockchain
  4. Los iBanks
  5. Regulación pendiente
  6. El papel de los bancos de siempre

Cómo se le exige a la banca asumir el momento histórico de transformación que vive y de cómo eso le puede aportar valor a su vez en la compensación de deudas, factoring, crowdfunding, préstamos P2P, comparadores financieros, bitcoins, divisas, finanzas personales y de empresa, equity financiera, plataformas de pago, trading, asesoría financiera automatizada, redes inversoras, algoritmos económicos, etc.

Fintech es algo más que un sector en transformación. Es mucho más que «la transformación digital del sector financiero». Hablamos de la mutación de un concepto relacional entre todo un sector y su clientela. Es estructural y se deriva a todo. Los campos en los que actúa son muchos, desde crédito

Hay cuatro escenarios de desarrollo que engloban estas subcategorías que acabo de listar. Los cuatro campos son:

éstas son las claves con las que un modelo de negocio financiero tiene que lidiar en el momento de iniciar un plan de transformación digital hoy día, y sirven como ejemplo también para otros negocios

Goldman Sachs estima que la penetración de la realidad virtual en el campo de los eventos en directo alcanzará los 4,1 billones de dólares en 2025 con micropagos de 10 dólares por evento
La realidad aumentada desde 2015 cuando se asoció con el proveedor de contenido y tecnología The Future Group y su impresionante tecnología Immersive Mixed Reality. La tecnología en su máxima expresión debutó en 2018, cuando el meteorólogo Jim Cantore la utilizó para guiar a los espectadores a través de lo que sucedería si un tornado golpeara los propios estudios del canal. La generación Z son, de forma natural, consumidores de un mundo mixto entre lo real y lo virtual, incluyendo televisión, gaming, cine, música o lo que quieras, viene de una revolución reciente que pareció modificarlo todo. Quién consumía y cómo se consumían los contenidos ha mutado de manera importante en muy poco tiempo

La tecnología blockchain ha agregado otra dimensión potencial a la forma en que se difunde, registra y monetiza el contenido.

Las cadenas de suministro, la gestión de datos y las redes sociales podrían incorporar tecnología de contabilidad distribuida para proporcionar soluciones más optimizadas, eficientes y rentables de las que se ofrecen actualmente.

La realidad aumentada puede transformar radicalmente la forma en que las personas juegan videojuegos, ven conciertos o miran la televisión de siempre. Las personas no sólo podrán ver conciertos y partidos y jugar videojuegos en un entorno totalmente inmersivo, sino que también podrán recibir anuncios específicos mientras miran y pagan por ellos usando monedas digitales, ya sean criptográficas o no; tiene el potencial de alterar los modelos comerciales actuales que sustentan el entretenimiento, la publicidad y los propios servicios minoristas.

Permitirá registrar datos y realizar transacciones entre individuos, proveedores de entretenimiento y minoristas en un entorno interactivo y envolvente que nunca antes había sido posible en línea. El modo en el que las empresas entiendan esta contabilidad distribuida, esta mezcla tecnológica que les afectará, determinará el futuro de éstas. El secreto es entender cómo las pantallas están afectando a los activos más importantes en nuestras vidas: el tiempo y nuestras relaciones.

Hatsune Miku (traducible al inglés como «First Sound of the Future»), debutó en 2007 y se ha convertido en un símbolo de la cultura pop japonesa. Es una cantante virtual creada por Crypton Future Media en Sapporo y que, gracias al sintetizador Vocaloid desarrollado por Yamaha, manipula voces humanas hasta el punto de que se le podría considerar un instrumento en sí mismo. Lanzada como producto en 2007, cuando el fenómeno youtuber empezaba a emerger, sus creadores pronto se dieron cuenta del potencial de permitir el uso abierto de su «artista» por parte de todo tipo de creadores que quisieran enriquecer el propio personaje. Senbonzakura (Mil cerezos), una canción lanzada en 2011, se hizo lo suficientemente popular como para ser una pieza indispensable en cualquier karaoke japonés. Ha sido telonera de Lady Gaga en varios conciertos apareciendo en forma de holograma. Se trata de una diva sintética que nos obliga a reorientar nuestra percepción de las relaciones entre realidad física y realidad virtual, entre vida analógica y vida sintética

El producto es la plataforma. Esta es una buena adopción del modelo de negocio colaborativo que exige el peaje del software. Es incluso un cambio total del concepto musical que provoca que un concierto de Hatsune Miku, en lugar de ser algo producido profesionalmente con órdenes que vienen de arriba hacia abajo, sea una colaboración de creadores que actúan en el propio concierto con Hatsune Miku compartiendo canciones (que se han hecho populares en la propia plataforma) que los fans adoran.

Según sus creadores, el futuro de Hatsune Miku pasa por mejorar su voz, por darle una capacidad de interacción humana y, según esperan, por hacerla física en forma de robot la próxima década. Consideran sus creadores que están cerca de sobrepasar la voz humana, la conciencia de su virtualidad y la generación de un nuevo modelo artístico, comercial y productivo.

Ayako Yamashita es una mujer de sesenta y siete años de edad a quien se le había diagnosticado una leucemia mieloide en enero de 2015. Una evolución algorítmica de la inteligencia artificial Watson, de IBM revisó unos veinte millones de estudios documentados y comparó la condición de la paciente con las historias de casos existentes. Diseñó un tratamiento que resultó ser efectivo hasta el punto de que la señora Yamashita es la primera paciente oficialmente curada de un cáncer por una computadora basada en inteligencia artificial, una herramienta poderosa como ninguna que tuvieran nunca antes, y les permite ejercer la medicina con una mayor celeridad y grado de acierto.

Bertalan Meskó, mejor conocido como «The Medical Futurist», ha llamado a la inteligencia artificial el «estetoscopio del siglo XXI». Su evaluación puede ser incluso más precisa de lo que esperaba. Desde poderosos algoritmos de diagnóstico hasta robots quirúrgicos finamente sintonizados, la tecnología se está haciendo notar en todas las disciplinas médicas. Su sistema de diagnóstico de IA que es más preciso que los médicos para diagnosticar enfermedades cardíacas, al menos el 80 por ciento de las veces.

Un nuevo sistema endoscópico asistido por computadora puede revelar signos de crecimientos potencialmente cancerígenos en el colon con un 94 por ciento de sensibilidad. Los algoritmos de deep learning fueron capaces de diagnosticar mejor el cáncer de mama metastásico que los radiólogos humanos. Los expertos humanos tardan 160 horas en revisar y proporcionar recomendaciones de tratamiento a partir de cierta información de los datos genéticos en las células tumorales. Algo que la IA Watson, por ejemplo, hace en apenas diez minutos. Una IA autodidacta predijo un 7.6 por ciento más de crisis cardiovasculares en pacientes que el modelo tradicional de detección.

La IA es quizá más útil para dar sentido a grandes cantidades de datos que serían abrumadores para los humanos.

El desarrollo “Cogito” ha estado utilizando el reconocimiento y análisis de voz impulsado por inteligencia artificial para mejorar las interacciones de servicio al cliente en muchas industrias. Cogito Companion, una aplicación de salud mental que rastrea el comportamiento de un paciente. Cogito Companion también utiliza algoritmos de aprendizaje automático para analizar «registros de audio», es decir, grabaciones de voz que hace el paciente como si fueran un diario con voz. Los algoritmos están diseñados para captar señales emocionales, tal como lo harían dos humanos hablando.

Esto abriría a un concepto llamado “cirujanos sintéticos”. El más conocido es Da Vinci, funcionan como una extensión del cirujano humano, que controla el dispositivo desde una consola cercana. Proyectos como Human Dx en el que la IA puede devolverle a los médicos la libertad para ser médicos otra vez y hacerlo humanamente. Cuanta más tecnología, más humanidad. La inteligencia artificial no sustituye humanos, los convierte en humanos aumentados.

La tecnología de vídeo predictivo va a ser un campo de desarrollo importante, puesto que se apoya en otros dos muy evolucionados actualmente: inteligencia artificial y big data. Todo en su conjunto permite extraer conclusiones previamente inalcanzables (y cada vez más íntimas) de datos sobre el comportamiento humano.

No existe innovación si el mercado no la acepta, y es por ello que el análisis del entorno desde un punto de vista sociológico y de filosofía social es casi más importante que la tecnología que se va desplegando. No compramos igual sólo porque la tecnología lo permita, lo hacemos porque socialmente algo ha cambiado. Esta es la importancia de la cultura.

La tecnología móvil y la analítica modifican el histórico compromiso entre precio y servicio, que se ha visto alterado debido a que los clientes esperan reducir su tiempo de compra pero a la vez disfrutar de esa experiencia «exprés» mientras ahorran dinero. Se debe fabricar ese escenario

La ecuación entre demanda y oferta cambiará de forma absoluta. Para ello hay que transformar toda la cadena de valor ofertada con lo que todavía llamamos «transformación digital. Se pueden detectar secuencias previstas. Llega la tecnología disruptiva, y luego las modificaciones laborales, los cambios sociales y culturales, las afectaciones políticas, las crisis económicas y la adaptación empresarial

Harvard Business Review, examinaban 27 indicadores que permiten analizar a cualquier industria en su fase de digitalización. Esos indicadores se dividen en tres categorías: activos digitales, uso digital y trabajadores digitales; digitalizar va realmente más allá de comprar versiones actualizadas para sus sistemas. Se debe «pensar en digital», hacerse digital, reconvertir la fuerza laboral y de gestión intensificada en todos los aspectos de la empresa.

Los activos digitales. Se refiere al grado en el que las empresas han digitalizado sus activos físicos, como flotas de vehículos conectados, grandes volúmenes de datos o sistemas, logrando un gran rendimiento de los equipos, sistemas y cadenas de suministro

La segunda categoría, el uso digital, mide el grado en que las empresas se involucran en lo digital con clientes y proveedores hacen un uso más intenso de los pagos digitales, el marketing digital y el desarrollo de productos de diseño

La tercera categoría: el grado en el que se ponen las herramientas digitales en manos de los miembros de la compañía. Las empresas de sectores líderes tienen una fuerza de trabajo 13 veces más digitalizada que el resto de la competencia.

La parte más interesante de lo que estamos viviendo, de esa transformación digital que lo está retorciendo todo, que de manera disruptiva trastoca definitivamente todas las cadenas de valor o de intermediación, son las propiedades emergentes. Las propiedades emergentes son el conjunto de las relaciones entre las partes de un sistema de cualquier tipo. La propiedad del todo generada es mayor que la suma de las propiedades individuales.

En 2040, la capacidad de la web superará la capacidad de procesamiento de la humanidad, de todos los cerebros juntos de los seres humanos vivos. De este modo, la red se convertirá en la mayor y más fiable máquina creada jamás por el hombre en su historia. La red no será nada más que la internet del todo (IoE), un espacio cognitivo capaz de ofrecer respuestas sin haber hecho preguntas, un espacio digital donde todo funcionará con la eficiencia de la automatización.

La frontera de las redes, la internet de las cosas, la nube de procesadores (dentro de la que viviríamos), la inteligencia artificial, el big data y la eliminación de procesos intermedios serán (en algunos casos ya lo son) el territorio de la batalla comercial para todo tipo de empresas. Las empresas que estén implicadas en esa revolución, en esa transformación, las que consideren que estas redes y su aplicación compleja son importantes para ellas, serán imprescindibles en el futuro, y ésta puede ser una de las claves de la supervivencia y del crecimiento. O te transformas o te transformarán.

Seguimos sin crecer en lo que hay que crecer. En innovación y preparación tecnológica. Ya no sólo es cuestión de ofrecer un espacio de desarrollo y crecimiento personal a quienes quieren afrontar el futuro con cierta garantías. Ahora también está en juego el modelo de pensiones y el modo en el que se va a sustentar. Experimentaremos la creación de una nueva clase social llamada la del «asalariado pobre», un grupo gigantesco de personas que ansían llegar a ser algún día, por lo menos, mileuristas.

El 80 por ciento de las pymes españolas desconocen la diferencia que existe entre «digitalizarse» y «transformarse digitalmente.

Países que nunca apuestan por la economía estacional o cíclica, que producen bajo conceptos de eficiencia, de conexión entre universidades y empresas y donde el estímulo público se basa en potenciar sectores capaces de exportar cualquier nuevo producto. El modelo es Alemania, que en los últimos años ha destruido más de 600,000 puestos de trabajo que fueron sustituidos por máquinas mientras creaba 900,000 empleos en espacios de valor añadido que antes no podían ni plantearse.

Cambiará el significado del contrato social llamado «trabajo»; el modelo impositivo actual que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, que reduce peligrosamente la composición de la llamada clase media; y, también, el valor educativo de nuestro sistema actual.

Vamos a vivir un cambio mucho más trascendental que el que vivimos al transformarnos de simios en hombres, porque aquel salto fue de un 1 por ciento en nuestro genoma, y ahora va a ser muchísimo más grande. La relación entre los poshumanos y los humanos actuales será como la que nosotros tenemos con las hormigas.

En Ontario (Canadá) se puso en práctica un plan de renta básica universal para todos sus ciudadanos. Se trataba de un proyecto piloto en el que el gobierno de esta provincia canadiense implicó a sociólogos, investigadores, asociaciones, economistas y políticos. El objetivo era permitir que, mientras que la economía de Ontario crecía, las administraciones se comprometieran a abordar un escenario donde la automatización y la tecnología vaya apartando cada vez a más personas de sus puestos laborales y, por derivación, del acceso a un salario.

No es más que un primer esbozo de lo que pudiera ser el futuro. Un mundo donde trabajar sea un hecho puntual y creativo y dónde mucha gente no tendrá acceso a un trabajo remunerado por no ser éste eficiente o competitivo frente a la tecnología que lo sustituyó. Una especie de «derechos fundamentales» de los humanos del futuro. Será una ayuda, cash o lo que sea a todos los ciudadanos sin que hayan hecho nada para ello previamente; sólo existir y vivir en una zona determinada.

El Banco Central Europeo (BCE) ya dijo que esto de regalar dinero no va con ellos. Pronto tendremos un cuerpo productivo automático y un montón de máquinas sustituyendo humanos. Pero el mundo va en una dirección: un mundo sin empleo con renta básica universal, dependiente de Estados y de servicios públicos, con altos impuestos y con la automatización y robotización de todo.

No habrá rentas básicas ni universales si no son globales o si antes no hemos terminado con el hambre en el mundo. Los suizos no quieren que les regalen 2,260 euros por no hacer nada o por el mero hecho de ser suizos. El 76.8 por ciento se negó hace dos años a esa renta básica, y el 23 por ciento dijo «sí». Es cierto que los ciudadanos del país neutral por excelencia. Esto no es Suiza por muchos motivos, políticos, sociales, históricos y culturale

La renta básica universal lo será sólo si es universal. Muchos suizos votaron «no» ante el temor de convertirse en un lugar dónde creciera la inmigración de manera desmedida, dónde, a pesar de no encontrar trabajo, un emigrante pudiera percibir a medio plazo una compensación por únicamente «respirar oxigeno suizo». La renta básica universal será imprescindible en un mundo donde el empleo será otro, automático y robotizado, y dónde la necesidad de la fuerza laboral humana responderá a criterios que ahora no podemos casi ni imaginar

En apenas 10 o 15 años nuestro mundo será tan distinto que un debate como el suizo se revelará inapelable y necesario, y entonces su resultado será muy distinto, con toda seguridad.
La idea de una renta básica universal recibe tres críticas principales. Por un lado, que es una «idea de izquierda radical» pues supone subsidiar a una sociedad mediante subidas de impuestos y reparto en términos generales creando «drogodependientes» cloroformizados sociales. Hay otra crítica que considera que una sociedad dónde no es necesario trabajar para vivir puede alienar a las personas mentalmente y eliminar el valor del trabajo en la construcción de las personas. La tercera es la que considera esta renta básica como algo «neoliberal» curiosamente, puesto que una medida así significaría eliminar todas las ayudas previas y supondría una redistribución de la riqueza hacia arriba. El dinero que antes se destinaba a personas de clase baja o con dificultades iría a parar ahora a gente de clase alta generando más desigualdad.

La economía automática.

Una cosa es digitalizarse y otra muy distinta transformarse digitalmente. Se trata de combinar una red que se refuerce a sí misma en un bucle generando clientes, experiencias y datos. Eso requiere una forma diferente de pensar, no la mecánica tradicional en la que las circunstancias y los resultados se consideran predecibles y controlables. Los directivos deben aprender a aprender constantemente y aceptar la incertidumbre y la complejidad de los negocios como la base en la que se sujeta todo.

Si partimos del hecho de que la transformación de un negocio a digital es generar nuevos diseños de negocio mediante el uso de las tecnologías digitales, podemos establecer que la implementación de cualquier proceso de este tipo sirve para hacerlo todo más simple y rentable y para reducir las fases de una cadena de valor. Sin embargo, cuando esa digitalización entra en el campo de las herramientas que se deben utilizar, aparece el segundo concepto, la automatización. La «digitalización» tendrá como objetivo ofrecer un nuevo valor a los clientes, mientras que la «automatización» procurará mejorar lo que se esta haciendo y el cómo se está haciendo.

La idea es que utilicemos la tecnología para valorar mucho más el factor humano. La tecnología nos hace más humanos y nos acerca a un estado natural en el que la creatividad, la empatía y la intuición tienen un valor exponencial, un punto de vista humanista, esta revolución industrial y tecnológica que vivimos no trata de sacar a las personas de los procesos, sino de que los humanos hagamos aquello en lo que somos la única especie capaz de hacerlo.

Automatizar y digitalizar es el modo más innovador de humanizar. ¿Cómo va a ser capaz nuestra economía global de soportar un mundo con un desempleo técnico cercano al 50 por ciento? ¿Qué harán esos miles de millones de personas en paro? El futuro de nuestros hijos ya no es un lugar dónde formándote obtienes empleo seguro. El lugar en el que van a tener que enfrentarse a la cruda realidad es un complejo espacio donde trabajar se va a definir de otro modo y donde el ser humano como tal deberá ubicarse de acuerdo con reglas que ahora se están definiendo.

No se trata de crear ingenieros o programadores, sino de lograr la comprensión de los conceptos que van a presidir la vida de todos ellos. Esta es la principal crítica a la forma en como nos educamos en este momento.

Saber por qué un objeto se mueve de acuerdo con un código determinado no será optativo. No será importante saber escribir ese código, pero sí elementos lógicos que lo componen.

Hoy día se considera casi analfabeto a quien no es capaz de utilizar algunos aspectos tecnológicos básicos. Ha llegado el momento de modificar el modelo educativo, público especialmente, permitiendo la enseñanza remota, abierta y en la que el cuerpo docente se abra a la incorporación de personas que, sin ser maestros, sí conozcan estos aspectos.

La educación es la parte más importante de nuestra vida. Nos impulsa al conocimiento y precisa de estímulos constantes. Es con ella que nos formamos como personas, atendemos a necesidades y comprendemos lo maravilloso de aprender. Cualquiera de estos elementos requiere que suceda en sintonía con el mundo en el que vive el alumno, y es precisa la aceptación absoluta por parte del formador de ese mundo que van a vivir estos niños, qué deben estudiar para garantizarse un futuro laboral. Y el problema no es tanto qué estudien, sino qué futuro labora habrá. Lo determinante no será qué estudien, sino qué habilidades desarrollen.

El desarrollo de aptitudes concretas que se puedan ejercer a partir de funciones insustituibles por un software, porque todo lo que no pueda ser automatizable tendrá un valor incalculable. Tras la privacidad, el gran reto en un mundo automático es el grado de conocimiento ético que somos capaces de trasladar a un software. No podemos esperar que por puro darwinismo las cosas se arreglen solas.

Todos debemos preguntarnos ¿se deben regular estos avances?, ¿se debe limitar la inteligencia artificial? Imaginemos mostrar códigos éticos a un algoritmo inteligente y sofisticado que tiene que tomar decisiones constantemente y que afectan a personas, modelos de producción, etc. ¿Qué ética le vamos a implementar si nosotros como especie no tenemos ningún «manual de usuario» validado?

Si un robot se tuviera que encargar de obtener los fármacos de una receta médica para un ser humano tan pronto como le fuera posible, el robot podría, en primer lugar, robar en la farmacia, tomar las medicinas, y correr; en segundo lugar, podría interactuar cortésmente con los farmacéuticos y conseguir que lo atendieran antes que a los demás; o como tercera opción, podría esperar en la cola. Sin alineación de valores y el refuerzo positivo de la ética, el robot podría aprender que robar es la manera más rápida y barata para realizar su tarea. Con la alineación de valores, el software literario ético “Quixote” permite que el robot sea recompensado por haber esperado pacientemente en la cola y pagar por la receta.

El robot Pepper que compareciera ante el Parlamento británico, convirtiéndose en el primer humanoide en ser interrogado por parlamentarios en todo mundo. La inteligencia artificial es algo mucho más serio que esa escenificación.

Primera, por un criterio comercial y económico, la inteligencia artificial, los sistemas expertos y el aprendizaje profundo van a modificar nuestro modo de trabajar, pero no porque hablen o piensen como nosotros, sino porque son más rápidos, eficientes y económicos que nosotros en hacer lo que nosotros hacemos. La segunda razón es porque las empresas que se dedican a la fabricación y distribución de este tipo de productos se encuentran con el famoso «yo pensaba que hacía más cosas».

Una cosa es la robótica y otra la inteligencia artificial. Una cosa es que un sistema sea tremendamente eficiente resolviendo cosas, y otra es que piense. Sophia, es un robot ciudadano de Arabia Saudita, la primera ciudadana no humana del mundo». El verdadero reto está a unos años vista, y se llama inteligencia cognitiva. La gente piensa que la AI es un robot inteligente que puede hacer las cosas que una persona muy inteligente haría: un robot que sabe todo y puede responder cualquier pregunta, pero esto no es lo que realmente quieren decir los expertos cuando hablan de IA. En general, la IA se refiere a programas de computadora que pueden completar varios análisis y usar algunos criterios predefinidos para tomar decisiones.

HLAI (human-level artificial intelligence), o inteligencia artificial a nivel humano, referida a la capacidad de ciertos sistemas para comunicarse de manera efectiva. Los chatbots y los procesadores de lenguaje basados en el aprendizaje automático se esfuerzan por inferir significados o comprender matices, y por mejorar la capacidad de continuar aprendiendo a lo largo del tiempo.

El aprendizaje automático, que incluye el aprendizaje profundo y las redes neuronales, no es más (ni menos) que un algoritmo con una gran cantidad de datos recolectados constantemente hasta que pueda completar la tarea por sí solo.

Nuestros mejores algoritmos de aprendizaje automático son generalmente mecanismos de memoria, y ejecutan modelos estadísticos. El problema está en que a eso lo llamamos «aprender», y así le damos un valor humano a unas máquinas que no tienen nada que ver con un cerebro humano. Eso lo confunde todo. Un humano aprende del error; una máquina, de momento, sólo identifica que se equivocó, pero no lo que significa. Ningún software actual piensa como un humano, ni tiene conciencia de su propia existencia. Simulan muy bien, pueden mantener conversaciones, pero no piensan, deberíamos asegurarnos de si no estamos desbordados por la estupidez artificial.

El problema es que la ética y las leyes no siempre van de la mano. El control de los datos de las personas en muchos países ya está en manos de sistemas inteligentes que ignoran la ética y la privacidad en la mayoría de los casos.

Si hablamos de realidad aumentada, ¿por qué no hablar de humanidad aumentada? Hay ejemplos de cómo la IA ya se está utilizando para aumentar nuestro conocimiento y nuestra capacidad de buscar y encontrar respuestas, de cómo está transformando la forma en que trabajamos y vivimos nuestra vida. ¿Es esto una humanidad aumentada? Probablemente sí, pero nos queda mucho por aumentar, y, seguramente, tendrá que ver con «hasta dónde aumentarnos» y no tanto «hasta dónde limitar» la inteligencia artificial. Me interesa más saber cómo vamos a «aumentar» a la humanidad y no tanto cómo vamos a «limitar» la inteligencia artificial

El gran reto es ser más humanos gracias a la tecnología y que ésta llegue a todos sin distinción. El futuro no va de sustituciones sino de complementar y de trabajar junto a la inteligencia artificial o a los robots. Las calculadoras no acabaron con los matemáticos; en todo caso acabaron con los calculadores. Los matemáticos, a partir de ese momento, pudieron ejecutar cálculos impensables antes a una velocidad inédita. El resultado fue que los más brillantes alcanzaron respuestas a algunas ecuaciones que históricamente no hubo manera de resolver.

Joshua Browder, lo definió en su momento como «el primer abogado robótico del mundo». Su herramienta, llamada DoNotPay, realmente no es un «robot legal», es más bien un «simplificador de documentos legales». Si tú eres un abogado, no temas a ninguna tecnología que pueda quitarte el empleo; teme sólo a que te lo quite otro abogado que se lleve mejor que tú con esa tecnología. El máximo responsable de Google ha asegurado que la inteligencia artificial será más determinante para la humanidad que el fuego o la propia electricidad.

Un mundo que se dirige a un modelo freelance donde la productividad queda asociada al cumplimiento de tramos de proyecto. Plataformas como Workday, una firma de software, analiza alrededor de 60 factores para predecir qué empleados se irán de la empresa y cuáles no. Humanyze, una startup que vende credenciales de identificación inteligentes, permite rastrear a los trabajadores en la oficina y revelar qué tan bien interactúan con sus colegas
Para desde el futuro

Humanyze combina los datos que generan los empleados de cualquier departamento con los calendarios y correos electrónicos de éstos para determinar, por ejemplo, si el diseño de una oficina o un almacén favorece el trabajo en equipo o no. Slack, una aplicación de mensajería en el lugar de trabajo que ayuda a los directivos a evaluar la rapidez con que los empleados realizan sus tareas; combinada con Cogit, Slack puede escuchar las llamadas del servicio al cliente y asignar una valoración de empatía basada en cómo han interactuando con el consumidor y su capacidad de respuesta. Esto es un algoritmo juzgando nuestras competencias humanas. Este es un gran tema para debatir

Lo humano será siempre el valor añadido, pero no será fácil confrontarlo a la eficiencia. Todo aquello que un software no sea capaz de hacer tendrá un valor incalculable. Los humanos nunca resolveremos un cubo de Rubik tan rápido como un robot, pero, sin embargo, localizaremos cómo exponer el resultado desde un punto de vista emotivo, creativo y atractivo.

Veriato, una firma de software, rastrea y registra cada golpe de teclado que los empleados hacen en sus computadoras para medir qué tan comprometidos están con su compañía
Tecnología de vigilancia para desde el futuro

Watson está focalizado en el desarrollo del cerebro artificial que permita la conducción autónoma de vehículos, el soporte para la prescripción de tratamientos oncológicos, la gestión de ciudades inteligentes, la asistencia en la enseñanza o la definición de lenguajes comprensibles entre personas y máquinas y entre máquinas por sí solas. IBM trasladó toda su infraestructura y personal especializado en internet de las cosas a Múnich, y desde allí empezaron a experimentar en algo que resolviera delitos.

La gasolina que necesita la inteligencia artificial son los datos: datos estructurados y desestructurados, datos de todo tipo y a todas horas. La voracidad de la IA es inmensa, infinita. Y esos datos y el uso que hacemos de ellos genera un análisis complejo.

El tema del control sobre la emisión y recepción de datos sobre salud se encuentra ante una disyuntiva ética. Por un lado, cuantos más datos disponibles, más posibilidades de detener enfermedades, mejorar predicciones y salvar vidas

El coche del futuro inmediato. Los datos con la información sobre dónde están y por dónde circulan los coches darán nuevos ingresos a las compañías que los venden y, por derivación, a quien tenga acceso a ellos. Quiénes serán los mayores interesados en un ecosistema de «cosas» conectadas? ¿A quién pertenecen los datos que se producen? ¿Qué modelos de negocio aparecen en esa orgía de conocimiento digital? ¿Qué significa para los ciudadanos esa relación entre los datos propios que generan y la vigilancia que suponen potencialmente? ¿Qué o quién regulará esos algoritmos y qué límites tendrán?

Para manipular a la sociedad de forma masiva sólo tienes que:

  1. «distraer a la gente atiborrándola de información» orientada a temas irrelevantes o banales; de este modo, la gente se olvida de sus verdaderos problemas.
  2. «crear un problema que no tiene esa relevancia» para buscar una reacción y finalmente aportar una solución impopular
  3. manipular gradualmente
  4. infantilizar al público
  5. recurrieran a las emociones del público
  6. crear públicos ignorantes
  7. crear públicos complacientes creando tendencias «de moda»
  8. conociendo minuciosamente al ser humano.

A partir de esa caída de modelos de relación masiva y del nacimiento de otros que no entren en contradicción con los principios que comentaba Chomsky y que deberán impregnar la cultura digital futura se pueden entrever algunas tendencias:

  1. Se generalizará la defensa del consumidor
  2. La descentralización de datos empoderará a las comunidades.
  3. Nacerá el «datavismo», o activismo de los datos
  4. La publicidad «predictiva» tendrá auténticas dificultades para desarrollarse.

No tengo claro como la sociedad está realmente asumiendo el cambio más trascendental que ha vivido la humanidad en siglos. A veces parecemos una especie de jinete que lleva una venda en los ojos. El poder y el ritmo del caballo es estimulante, pero tenemos poca o ninguna idea de hacia dónde nos lleva. Las decisiones que no se tomen ahora, las estrategias que no se determinen ahora o los programas de gestión de esta mutación socioeconómica que no se diseñen serán las semillas de un desastre colectivo sin precedentes.

Entrego mi privacidad y a cambio obtengo cosas «gratis». Esa percepción del mundo se ha instalado, y es un riesgo enorme. Privacidad es sinónimo de autonomía, de toma de decisiones independientes, de no sufrir influencia externa antes de tomarlas.

La disrupción llega a todos los sectores. Cuando menos te lo esperas aparece una tecnología que te pone del revés tu modelo de relación con tu cliente. El coche eléctrico está inventado desde principios del siglo XX; Edison desarrolló uno, pero no ha sido hasta ahora que fabricarlos a escala ha empezado a ser rentable debido a un cambio cultural de expectativas sociales. Sin embargo la tecnología no es innovación hasta que el mercado no la acepta.

Los cambios generacionales que exigen sostenibilidad, seguridad y sentido ético de muchas de nuestras acciones comerciales, profesionales o de ocio responden a cambios notables en nuestro modo de pensar. Además, la velocidad a la que se transmite «un nuevo chip cultural» o de opinión es muy rápida gracias a la sociedad hiperconectada y aumentada que vivimos

La pregunta correcta no es: ¿me afectará la disrupción? Debería ser: ¿cuándo me afectará y con qué tecnología. No se refiere sólo a la tecnología, sino que va mucho más allá y tiene que ver con una revolución en el modo de trabajar, de contactar con el cliente y de modular nuevos espacios de negocio, pero no podemos deshacernos de que todo ello surge gracias a una palanca tecnológica ineludible.

El tiempo, hoy, es exponencial. Ya no es lineal. La red es distribuida e ilimitada. Michel Porter escribió en 1985 que «la cadena de valor es la herramienta estratégica que debe utilizarse en una empresa para identificar sus fuentes de ventaja competitiva». Durante muchos años, la cadena de valor ha sido casi un instrumento contable, una especie de tabla a través de la cuál el ejercicio de mejora se basaba en aspectos puramente técnicos. Eso ha cambiado. La nueva cadena de valor, la que deriva de la transformación digital de nuestra economía, ha incorporado un elemento que distorsiona toda su estructura: el cliente. Por primera vez, el usuario, el cliente final, no es un ente exterior a esa cadena, sino que es, sencillamente, el centro de la misma.

Si modifican su cadena de valor podrán ser competitivos. Si no lo hacen y limitan su queja a una regulación que sólo debe ser prohibitiva ante la competencia y benévola con ellos por un privilegio histórico, se estrellarán. Se trata de tecnología y de transformación de la cadena de valor. Se trata de capturar datos en cada trayecto. Datos, ese gran desconocido.

El mundo del taxi ha cambiado poco desde hace más de tres siglos. En realidad sólo ha cambiado el envoltorio, pero no el fondo ni el modelo de negocio que parece que sólo puede ser uno: transportar personas de un lado a otro.

Hablamos de un tipo de comercio iniciado en el siglo XVII, cuando algunos empresarios empezaron a comprar mulas y caballos para alquilarlos como medio de transporte, que espera continuar siendo rentable en pleno siglo XXI con escasos cambios. Las plataformas como Blablacar, Uber, Lyft u otras no dejan de ser respuestas a ese estado tecnológico de la sociedad y de la economía. El mayor valor que tiene un taxi en muchos lugares del mundo son los datos que aporta. Los grandes fabricantes de automóviles ya saben que en breve dejarán de vender coches para pasar a ofrecer servicios de movilidad, y, para ello, necesitan digerir muchos datos que les permitan entregar al usuario y cliente final servicios ajustados a sus necesidades y de mejor acabado que la competencia.

El rival del taxista es el futuro, los nuevos tiempos y el peso de lo inevitable. Por eso la protesta no debe ser contra lo que va a ser sí o sí, sino para estimular a que se disponga de un marco legal que posibilite la convivencia de una movilidad libre y un taxi moderno.

Italia. El sector del vino de esa región logró que se prohibiera el café en todo el país durante casi un siglo. Consideraban que si se servía en cantinas como acompañante de conversaciones acabaría con el negocio vitivinícola. El negocio del taxi del futuro no será el trayecto, serán los datos que de ese trayecto se extraigan. De hecho, una acción necesaria para que eso suceda es cambiar tu cadena de valor, colocando al cliente en el centro y convirtiendo tu empresa en «clientecéntrica» para dejar «aparcada» la que era «productocéntrica». Hazte esta pregunta: ¿sabes si tu empresa es «productocéntrica» o «clientecéntrica.

Cuando hablamos de transformación exponencial nos referimos a cómo la tecnología trastoca de manera irreversible a una empresa o institución en cuatro áreas: 1) la estrategia en su conjunto; 2) los procesos a partir de la modificación del modo de trabajar gracias a la integración de metodologías sujetas a nuevas tecnologías aportadas; 3) la generación de nuevos modelos de negocio; y 4) que esos nuevos modelos y esa nueva manera de trabajar repercuta directamente en el cliente final colocándolo en el centro de la cadena de valor.

Las empresas «productocéntricas» no dejan de ser máquinas que, una vez deciden cuál es su catálogo, gastan todo lo disponible en convencer a sus potenciales clientes de que esos productos o servicios son los mejores y por eso deben comprarlos-

Estamos ante el mayor desafío comercial de la historia; un desafío digital pero también humano. Pasamos de «la experiencia de cliente» al «cliente con experiencia» y eso no todos lo están entendiendo con la misma profundidad y acierto. Un 70 por ciento de las declinaciones de compra en un comercio online se producen en la última fase. Se abandona el carrito de forma mayoritaria cuando aparecen los costes de envío. Sin embargo, Amazon decidió crear una cuota logística y dotarla de servicios añadidos. Una empresa que se ha pasado casi dos décadas perdiendo dinero hasta llegar al punto actual, confiando en cuál era realmente el objetivo, Amazon Cash.

Hay una gran lección del 2013, cuando el consejero delegado de Nokia Stephen Elop pronunció su último discurso con su famoso We didn’t do anything wrong, but somehow, we lost («No hemos hecho nada mal, pero, de algún modo, hemos perdido»

Digitalizarse es utilizar tecnología para hacer cosas similares de un modo más eficiente; obtener nuevos modelos de negocio gracias a esa tecnología es transformarse. Les hablé de los cuatro elementos que tienen que tener en cuenta a la hora de innovar y de transformarse digitalmente: 1) de la incorporación de la internet de las cosas (IoT) a sus modelos comerciales; 2) de la gestión de datos masivos en big data o small data vía cloud; 3) de la socialización de la oferta y de la interacción con usuarios o clientes, y 4), de la incorporación de los elementos de movilidad imprescindibles hoy día en cualquier oferta comercial B2C (de negocio a consumidor).

El famoso discurso del consejero delegado de Nokia en 2013, en el que anunciaba la venta de su negocio de móviles a Microsoft y que terminó entre lágrimas, dejaba claro que el mundo cambia extremadamente deprisa y que nunca, ni haciendo las cosas «bien», tienes la garantía de que tus competidores no lo estén haciendo mejor. La ventaja que tienes hoy, o que tuviste ayer, puede ser remplazada por tendencias emergentes, sistemas o herramientas que cualquier competidor puede adquirir.

Si crees que transformarse digitalmente es caro, prueba con el coste de no hacerlo. Digitalizar una empresa no debe ser el objetivo en sí mismo, sino que esa digitalización debe convertirse en un elemento de mejora competitiva que permita disponer de una empresa mejor, más eficiente, más feliz e innovadora. Esto no va de vender lo mismo de un modo distinto. Eso es cosmética

El foco en el futuro inmediato estará en otros aspectos derivados de comportamientos, avances tecnológicos y conversión de productos a servicios. Todo lo que sea susceptible de ser digitalizado, será digitalizado. Como en todos los sectores económicos, la disrupción llega dando avisos leves, y poco después, en un momento determinado, su despliegue es exponencial.

La revolución industrial 4.0 no es tan industrial como sociológica, y sus efectos van más allá de los modelos productivos. Los coches que se conducen solos es lógico que afecte al sector de los seguros.

La internet de las cosas (IoT) también va a cambiar notablemente el mundo de los seguros. Cada vez más personas llevamos lectores de salud encima. En apenas un par de años, los humanos incrementaremos exponencialmente nuestra conexión sanitaria. La entrega de datos masivos a tiempo real sobre nuestro estado de salud reducirá una hipotética «cadena de valor» entre el paciente y la solución. El e-health de origen IoT o los wearables lo van a cambiar todo también

En unos años, el responsable legal del vehículo no será el comprador, sino el fabricante del coche. Se interpreta que, al no precisarse intervención humana, el conductor no existe, y el coche circula bajo los criterios de calidad y eficiencia del fabricante. Finalmente, lo más espectacular es que el foco final de responsabilidad en la conducción autónoma recaerá en las ciudades o gobiernos. Se cree que, cuando los errores humanos no puedan existir y los vehículos dependan de indicadores externos, un accidente sólo dependerá de la buena gestión pública de los desplazamientos. ¿Cómo debe ser un seguro de este tipo? ¿Qué asegura? ¿Quién se responsabiliza de un accidente y cómo se vincula a la cobertura

Con apenas dos centenares de empleados, Netflix ofrece su servicio a más de una tercera parte de la población británica. Sky, la plataforma de contenidos que opera en el mismo territorio, para hacer llegar su catálogo a la mitad de los británicos, precisa más de 25.000 trabajadores. La tecnología es un todo que establece la estrategia completa de una empresa.

Blockchain es el inicio de una nueva revolución que tiene como objetivo trasplantar una nueva red. La cadena de bloques afectará a todas las empresas del mundo, no sólo a las financieras. Internet permitió la desintermediación de la información. La blockchain desintermediará las relaciones de toda nuestra especie. La blockchain, la impresión 3D, la robótica, la automatización, la inteligencia artificial y la internet de las cosas van a modificar irremediablemente el modo en el que nos enfrentaremos al futuro.

Pensar que tu cliente no va a cambiar cuando todo cambia es un error habitual. Ampararse en la regulación es otro error. El marketing ha dejado de ser un mecanismo de exposición para pasar a ser un modelo de aplicación tecnológica. El futuro del marketing es menos agencia y más laboratorio. El marketing ya ha vivido su primera gran disrupción. Tuvo que ver con la llegada inevitable del desafío digital. Sin embargo, al empezar a utilizar la expresión «marketing digital» parecía que podía establecerse una diferencia entre uno más tradicional y otro reservado únicamente a lo que se considera vender en internet.

Ahora, esa dualidad se ha exagerado incluso aún más, la disrupción real estaba por llegar y era mucho más que digitalizarse, se trataba de transformarse digitalmente, y eso es mucho más complejo y profundo que empezar a diseñar campañas desde un iPad. Ni storytelling, ni branding, ni creatividad, ni nada que se parezca a lo de siempre se va a hacer como siempre. Los expertos, los profesionales del marketing van a precisar entender un nuevo mundo que poco o nada tiene que ver con el de hace, por así decirlo, diez minutos

Las agencias tradicionales, e incluyo las agencias digitales de los últimos años, no van a poder competir en breve con aquellas que han empezado a utilizar modelos de gestión vinculados a la inteligencia artificial, la gestión de datos masiva, la automatización de procesos y la asistencia periódica a entornos no existentes y virtuales. M2M (machine to machine), man to machine, managing smart data, M-GloCal, making smart products, marketing dynamic prices, multi e-Channels y machine generated communication.

Si te dedicas a esto, tienes que reflexionar sobre cómo vas a venderle un yogur a tu cliente del futuro. ¿Cómo lo harás cuando quien decida la marca que se compra sea la propia nevera y no el dueño de la misma? ¿Qué solución plantearás a un algoritmo que decidirá si es mejor un producto u otro con base en criterios alimenticios, de entrega o combinados con los datos familiares en lugar del nombre, el color del envase o el storytelling que le plantees? A la nevera le importará muy poco el branding que haya detrás. El marketing inminente debe pensar en tres campos claros: los contenidos automatizados para la captura de datos, la cosificación del campo comercial y la intervención de chatbots de última generación.

Llamamos smart data, unos datos que suponen más del 90 por ciento de la información existente sobre el mercado y el cliente objetivo, y que permiten crear experiencias personalizadas alrededor de sus productos o servicios en un entorno que será conocido como revolución industrial 5.0 y/o transformación exponencial.

El mundo que viene trata de todo tipo de máquinas inteligentes trabajando con directivos de marketing (o de cualquier sector) para gestionar juntos lo que vamos a pasar del marketing economy, pues muchos defienden la relevancia de «la economía de la creatividad», a la «economía de los algoritmos. El Foro Económico Mundial identificó ocho cambios muy significativos:

Aspectos como que los patrones de lealtad se han derrumbado, creando nuevas formas de comunidades comerciales y modificando el proceso de compra desde el mundo del retail se interpretan ocho puntos que se deberán tener en cuenta para generar valor comercial a sus productos y serviciosLos datos obtenidos de la actividad online de los consumidores y su historial de compras aportan de manera cada vez más eficiente elementos para generar ofertas personalizadas y predictivas

Eliminación de la relación tradicional entre comprador y dependiente al sustituirse por estantes automatizados e inteligentes incluso después de haber abandonado el centro comercial o la tienda de proximidad

Se establecerán rutinas de compra automatizada con dispositivos inteligentes en nuestra vida

Sin tener claro si serán drones o no, está claro que la recepción de nuestra compra se formalizará a partir de vehículos de entrega autónomos, taquillas inteligentes o fórmulas similares

La tendencia es modificar el uso de las grandes superficies

En apenas una década, y al ritmo actual de crecimiento, las ventas online pasarán del 10 por ciento del total que suponen ahora al 40 por ciento

La impresión aditiva llamada 3D e incluso la de tipo mixto denominada 4D habilitarán a los comercios a crear productos bajo demanda y de un modo cada vez más perfeccionado

La realidad virtual, la realidad aumentada y, de alguna manera, la realidad mixta van a cambiar la experiencia vinculada a la compra, pero sobre todo van a modificar el comportamiento tradicional del comprador al iniciar su interés de compra

El cambio de liderazgo se sustenta en una estrategia a medio plazo que va más allá de la cosmética. Es una mutación profunda. No se trata tanto de plataformas donde las personas intercambian productos, sino de un lugar donde se vinculan a servicios. Se debe profundizar en la idea de que el lector, el consumidor de información, se ha convertido en un agente activo y que está en un plano muy distinto a aquel en que la prensa tradicional lo sigue situando varios algoritmos, rutinas aritméticas que nos están cegando con opiniones ilustradas de «opinadores» de todo y que aportan más ruido en el griterío, pero que, según la inteligencia artificial o el big data, son informaciones que «debemos» leer.

Los medios son cada vez menos medios. La caza del like o el retuit no dejan de ser una anomalía informativa, un escenario muy poco nutritivo, un McDonald’s de la información sin sobremesa y sin cubiertos. Nos convertiremos en una especie de followers de la posverdad. Pero la tecnología no era para esto. Era para componer opinión con mayor grado de conocimiento aporta. La culpa es de todos. Del que lee y del que escribe. Del que emite y del que mira.

La sustitución humana de los trabajos que cualquier sistema automatizado pueda hacer. El elemento humano es el eslabón débil en esa cadena de eficiencia. Una compañía llamada Sick (que significa «enfermo», curiosamente) que ha inventado un equipo de detección que podría estar a punto de jubilar el «control de calidad óptico humano». El sensor visual del P30 Sick permite ahorrar diez segundos entre la detección del artículo y la colocación del mismo en el carril de entrega con respecto al tiempo que necesita el ojo humano.

Desde que Jeff Bezos fundara Amazon en un garaje de Seattle en 1994, vendiendo libros, compañía se ha caracterizado por la diversificación absoluta y por la búsqueda de poner al cliente en el centro de la cadena de valor a partir del conocimiento y estudio de su comportamiento con diversas fórmulas digitales y seguimiento. Bezos imaginó la experiencia minorista de un nuevo modo al ver desde el principio cómo internet podría conectar a los compradores con una selección de productos mucho más grande de lo que encontrarían en los estantes de las tiendas, fueran cuales fueran. Hoy Amazon lidera el mercado de computación en la nube, y Amazon Web Services proporciona más de la mitad de las ganancias de la compañía.

Amazon Contenidos para ver vídeos y películas; Amazon Prime, una logística de cuota fija que en realidad se ha ampliado hasta convertirse en una especie de «membresía» con privilegios. Amazon Cash, que inicia algo parecido a un banco; Amazon Go, las primeras tiendas físicas sin cajeros; Amazon Fresh, la entrega rápida de alimentos; y Amazon Echo, el asistente personal que se mete en tu casa con Alexa Amazon es un caso a estudiar en cuanto a la fórmula de crecimiento y soporte de los resultados financieros cuando éstos no son buenos.

Su teléfono inteligente Fire fue un desastre en 2014, quizá el mayor fracaso de la compañía. Pero Amazon se recompuso y lanzó el altavoz activado por voz Echo y el asistente digital Alexa. Sin embargo el mayor éxito de Amazon es Prime, esta especie de «tarjeta digital de fidelización» fue lanzada en 2005. Bezos tomó prestada la idea de los clubes de compras de almacenes de descuento, y ofreció tarifas de envío casi gratuitas a los clientes que pagan una cuota anual. La membresía convierte al comprador ocasional en un cliente atrapado en los descuentos por envío de Amazon. La automatización de procesos, la recolocación del trabajo de los empleados tradicionales y la sustitución con sistemas inteligentes centralizados para que siempre haya un resquicio que exija la intervención humana

El papel fundamental que juega la eficiencia de lo que llamamos fábricas inteligentes es determinante para entender la industria del futuro y comprender el nuevo modo de trabajo que se genera en esos espacios de vital importancia económica y laboral. Desde mi punto de vista, además, la colaboración entre robots y personas, liderada por los llamados «cobots» (robots colaborativos) será uno de los elementos más fascinantes de las producción industrial en el futuro inmediato.

Fábricas que fabrican cosas, pero que, sobre todo, producen datos. La fábrica de datos por delante de la fábrica de cosas. Hablamos de un cambio de paradigma. Se pasa de preventivo a predictivo. El punto de partida para la fabricación inteligente es fácil de identificar, pues comienza cuando las plantas de producción y fabricación se configuran como fábricas conectadas. Los cinco aspectos fundamentales que una fábrica conectada, la denominada factoría inteligente, debe cumplir son:

Disponer de sensores inteligentes en todos los puntos que puedan ofrecer información relevante en la cadena productiva
Usar estándares y protocolos que permitan que todos los elementos que componen una red de IoT en la fábrica hablen entre sí un mismo lenguaje
Implementar sistemas de seguridad de redes, aplicaciones y datos que se desprenden de los nuevos modelos de relación entre máquinas y el nuevo desarrollo de procesos derivados, ya que representan un área de alto riesgo crítico
Desarrollar un nuevo diseño de la planta de producción, ya que eso resulta ser, finalmente, la clave de toda transformación de la industria 4.0
Incorporar sistemas de inteligencia artificial (IA) que establezcan modos de uso y trabajo eficientes y que permitan predecir aspectos de conflicto

La idea de que cada robot que sustituya a una persona sea motivo de una tasa «laboral» empieza a extenderse. La cadena de hoteles Starwood ya ha incorporado mayordomos robóticos de manera completa. Su nombre es ALO y ha sido diseñado por Savioke. En algunas zonas de California, como Cupertino, es habitual vivir entre robots. Son muchas las limitaciones mentales y de comportamiento que aún deberemos superar para que este tipo de situaciones se normalicen, pero parece evidente que la evolución en el desarrollo de automatizaciones y en la sustitución de algunos aspectos del trabajo «humano» se va a ir acelerando.

La velocidad de innovación es exponencial. En lo único que nuestros hijos no podrán ser superados será en su «humanidad». Tenemos la obligación de definirla, de saber en qué consiste ser humano. ¿Es creatividad emocionarse? ¿Generar arte? ¿Relacionarnos en planos cada vez más complejos? ¿Estructurarnos socialmente de un modo que estimule el conocimiento puramente humano? Eso es lo que hay que definir.

En el Oktoberfest de 2016, en Múnich, se estrenó un robot que servía cerveza, salchichas y pretzel a fin de ser más eficiente, rápido y barato que cualquier humano. Gracias a sus dedos robóticos de agarre y un sistema de visión 3D para ubicar y servir correctamente cada ingrediente, cocina y sirve salchichas perfectamente, un pretzel y una cerveza en su jarra bien fría. Lo mejor es que mientras cocina y sirve, cobra. Este robot «camarero-cocinero» llamado Denso, de la empresa SAR, profundiza en la anunciada tendencia que los directivos de McDonald’s o Pizza Hut tienen pensado ir imponiendo en sus restaurantes reestructurarse en breve cuando no exista el empleo como ahora lo conocemos; la política, en cómo va a dar respuesta a un mundo más inteligente cuando no interviene; y la legislación, en cómo se desarrolla a tiempo real para no tener algún conflicto grave en breve.

El crecimiento de este tipo de deportes electrónicos se refiere al número de jugadores, a su profesionalización, a sus contratos, al aumento de espectadores y a la apuesta por parte de las grandes multinacionales y los patrocinadores. Empresas como ESPN, Activision o Electronics Arts inyectan millones de dólares en las diferentes ligas mundiales de sus diferentes deportes electrónicos. Las retransmisiones o eventos en un escenario son multitudinarias, y millones de personas en el mundo siguen a sus «héroes» como lo hacen también con los deportistas tradicionales.

Los e-sports son digitales, virtuales, con comportamientos sociales de estructura millennial…, y en ellos las reglas de consumo y participación son muy distintas a las del consumo deportivo tradicional. El deporte no va a desaparecer ni los deportistas tienen que tener ningún temor a ese respecto, pero es evidente que también hay cambios notables en el cómo se consume el tiempo «deportivo» en la generación que va entre los trece y los treinta años de edad.

Países como Alemania, Corea del Sur, Dinamarca, Austria o Suiza tienen comisiones gubernamentales que estudian reconocer los e-sports como deportes legítimos con todo lo que eso supone. El debate ha llegado incluso a generar la solicitud de incluir los deportes electrónicos como disciplina olímpica.

La profesionalización de los deportes electrónicos y la percepción política de lo que suponen es un paso más hacia la asimilación de un mundo digital dónde lo virtual y lo físico se van a ir confundiendo en una misma realidad y dónde obviar la evolución de las cosas sólo retarda y dramatiza lo inevitable

Los e-sports podrían parecen algo trivial, como para muchos lo son cosas como Snapchat, pero no lo son. Son consecuencias de un cambio. Son el resultado evidente de un nuevo mundo. La relación entre los seres humanos y los asistentes de voz que están impulsados por inteligencia artificial está a punto de ser aún más intensa. Los gigantes de la tecnología de Silicon Valley, como Amazon, Google, Apple y Microsoft, gastan cientos de millones mejorando sus asistentes de voz para que parezcan cada vez más humanos

Se espera que los asistentes de voz comiencen a asumir un papel más importante en la vida de las personas. Pasarán de gestionar sus diarios a llenar sus refrigeradores y a convertirse en «mayordomos digitales».

Los datos son el nuevo petróleo o incluso el nuevo patrimonio inmobiliario de las compañías. Sin embargo, actualmente sólo utilizamos el 20 por ciento de los datos a los que podríamos acceder. El futuro de los negocios está en el otro 80 por ciento, el lugar donde los negocios se desarrollarán en breve. Estos datos son un recurso sin explotar en la mayoría de los casos, cuando en realidad ofrecen enormes oportunidades para nuevos productos y modelos de negocio.

Mentorización inversa»: jóvenes traduciendo un mundo digitalmente complejo a compañeros experimentados, directivos de mucha experiencia trasladando a los más jóvenes metodologías mixtas y sistemas automatizados para la gestión de datos apoyando predictivamente a todos. La energía no es rentable sin experiencia, y la experiencia no alcanza su plenitud sin energía. Ahora deberemos añadir: no habrá energía ni experiencia sin datos.

¿Sabías que la sociedad en su momento se opuso enérgicamente a la llegada de la electricidad porque consideró que ese avance destruiría todos y cada uno de los elementos de las cadenas de valor que tenían aquellas empresas?
Se oponían a la Energia eléctrica, sin embargo la electricidad dio paso a nuevos empleos y al primer escenario de eficiencia.

Cualquier avance tecnológico suele tener un duro tránsito por el reconocimiento de su valor real. La sociedad suele confrontarse porque percibe que va a perder algo y por el desconocimiento de lo que supone realmente. Ahora, con la transformación digital, vivimos algo muy parecido.

El ser humano tendrá el papel más tenido hasta la fecha en toda su historia: el de ser humano. Nos convertirá en individuos de la especie Homo digitalis o de la Homo exponencialis definitivamente; y, en ese escenario, la partícula homo será indispensable y tremendamente referencial. Lo hemos vivido antes y lo volveremos a vivir. Las sociedades se oponen a los avances tecnológicos, a las revoluciones que comportan un cambio de los modelos productivos, culturales, sociales y económicos. La tecnología no se debe convertir en un anexo, sino en una clave esencial de nuestro modo de ser cada vez más creativo, intuitivo y humano.

La economía circular, la sustitución de productos por servicios y una tendencia al uso en lugar de la posesión irán acompañando ese cambio. Esas necesidades provienen de problemas enormes a los que nos vamos a enfrentar: 1. Una población mundial cercana a los 9 billones de personas antes de 2050. 2. Un cambio climático y un calentamiento global cada vez más evidente. 3. Cambios en la demanda de los consumidores, que requieren menos alimentos procesados. 4. Recursos naturales limitados. 5. Desperdicio de alimentos. 6. Afectaciones en la salud humana, como la creciente obesidad infantil.

Una smart city adquiere datos de todo cuanto sucede, se convierte en un espacio eficiente energéticamente, permite a sus ciudadanos acceder a la información y poder operar con ella, se les ofrecen servicios en lugar de productos vinculados a la salud, la movilidad, la educación, etc. Se trata de un conglomerado de tecnologías sin límites para adquirir un fondo de convivencia inteligente, y no sólo convertirse en una especie de escaparate digital. El problema de las smart cities es que están de moda como concepto, pero no está claro en muchos ámbitos políticos y de decisión el significado exacto y transversal que se le supone. Y si algo define a una ciudad inteligente es la masiva gestión de datos.

Adquieren importancia en el modo en el que son utilizados. Sólo son interesantes si se comparten de un modo eficiente y sin contemplaciones. Requiere un modo nuevo de pensar y de gestionar, colaborando, generando ecosistemas y nuevos negocios.

Al hablar de agrifood (agricultura y alimentación) nos referimos a un modelo transversal de todo el sector agroalimentario en el campo, en la agricultura, se situará el gasóleo necesario. La tecnología agroalimentaria es, sin duda, un espacio con alto potencial de crecimiento y donde la disrupción tecnológica todavía está por llegar donde, probablemente, la suma esté creciendo de manera importante. A escala mundial, el sector agrifood es la industria responsable de alimentar al planeta y de contratar a más del 40 por ciento de los trabajadores del mundo, la agricultura por sí sola contribuye en alrededor de una tercera parte de todas las emisiones de carbono, sin contar la contribución de los procesos de la cadena de suministro antes de que llegue al consumidor, como el procesamiento las industrias principales, según el índice de digitalización del McKinsey Global Institute.

Esto crea muchas oportunidades a emprendedores, este concepto llamado agrifood es que alimentación y agricultura son un mismo espacio cuando hablamos de industria tenemos una cadena de suministro inflexible que hace que el cambio sea muy difícil de realizar; una cadena de valor acostumbrada a operar en un escenario opaco y que ha invertido poco en rastreabilidad de alimentos.

La tecnología agroalimentaria puede ayudar a reparar muchos de estos aspectos, así como hacer que la industria agroalimentaria sea más sostenible, transparente, ágil y capaz de responder más rápidamente a las cambiantes demandas de los consumidores.

Luego tenemos el ámbito de la biotecnología, la bioenergía y los biomateriales. Esta categoría de tecnología agroalimentaria incluye la mayoría de los insumos agrícolas, incluidas semillas, fertilizantes, pesticidas y productos farmacéuticos para animales.

En lo referente a la tecnología de hogar y cocina, las nuevas empresas de tecnología agroalimentaria proponen nuevas tecnologías para ser disruptivas y mejorar la relación de los consumidores con la cocina casera. Esta categoría incluye electrodomésticos inteligentes de cocina, tecnologías de cocción automáticas, tecnologías de nutrición y dispositivos de prueba de alimentos.

Hablamos de robots automatizados de apilamiento en estanterías, impresoras de alimentos 3D, sistemas de punto de venta, gestión de datos masivos big data, inteligencia artificial aplicada al consumidor y sistemas de IoT para el control de residuos alimentarios.

En cuanto a los establecimientos minoristas y la tecnología de restauración, las tecnologías están transformando la forma en que las empresas de servicios alimentarios operan en las tiendas y en los restaurantes, el sector agrifood ha iniciado su inevitable carrera. La disrupción ha llegado, la mayor de todas es la conceptualización unitaria y en conjunto de todo aquello que sucede desde la producción inicial hasta el consumo final.

Igual que las empresas, los gobiernos no sólo deben digitalizarse, también están obligados a transformarse digitalmente, ya no gobiernan un mundo analógico, sino que tienen que atender las demandas de un mundo absolutamente líquido, cambiante y bidireccional se trata de legislar con eficiencia los nuevos modelos sociales, económicos y culturales que ya están instalados.

La economía circular plantea la reducción del uso de materias primas y energía reutilizando y reciclando todo tipo de residuos. Es un intento de cambiar el sistema de producción lineal basado en la compra de productos y el consumo masivo. Black & Decker asegura que en el mundo hay más de 600 millones de taladros. La media de uso a lo largo de su vida será de no más de 13 minutos cada uno. No es sostenible

En una economía circular, el valor de los productos se mantiene en un ciclo productivo superior, por lo que la generación de residuos se reduce. La estimulación de los cambios viene de la mano de la conciencia individual, y la economía circular es uno de los motores más claros de ello.

Urge, por el bien de todos, ir estructurando un sistema regulado que permita adaptar la sociedad y los modelos productivos adecuadamente. Mutación de toda la cadena de valor que está transformando el paso de «producto a servicio».

En 1903 y a pocas semanas de que los hermanos Wright lograran volar en un aeroplano, el propio The New York Times, y supongo que la inmensa mayoría, dijo que eso de intentar volar era una de las mayores pérdidas de tiempo a las que nos podíamos dedicar. Se refería al pionero de la aviación Samuel Pierpont Langley y a uno de sus intentos fallidos de volar, y su editorial decía: «Esperamos que el profesor Langley no ponga su considerable grandeza como científico en mayor peligro al continuar perdiendo su tiempo, y el dinero involucrado, en experimentos con más aeronaves. La vida es corta, y él es capaz de ofrecer servicios a la humanidad incomparablemente mayores de lo que se puede esperar al tratar de volar.

En 1943, el presidente de IBM Thomas Watson aseguró que «el mercado de computadoras no dará para mucho más que cinco o seis en todo el mundo. Confiamos en la capacidad humana de superar las barreras gracias a los avances tecnológicos pero desconocemos de qué estará compuesta esa tecnología. Piensa en los coches autónomos. Los primeros vehículos sin conductor que circulen legalmente por nuestras carreteras serán habituales mucho antes de lo que pudiera parecer. Esos vehículos no serán autónomos gracias a un sistema GPS, a unos sensores, a láseres o a radares, sino que lo serán gracias a algo pendiente de implementar todavía y que pertenece a esa revolución tecnológica e industrial que se avecina

La diferencia entre que un automóvil se detenga porque su radar detecte a un ser humano en su camino al que podría atropellar y matar y que ese automóvil se detenga porque sepa qué significado tiene que el ser humano muera será el factor definitivo. Cómo será la sociedad resultante e inminente, de qué modo nos organizaremos, qué pasará con la renta básica universal en un mundo sin el tipo de empleo actual, cómo interactuaremos en un mundo automático y cuáles serán las habilidades que esas tecnologías exigirán.

Tendremos un mundo sin empleo humano, no de un mundo ocioso. Tampoco busca la «uniformidad» de nada ni la pérdida de la iniciativa privada; sencillamente es fruto de la interpretación de que habrá una humanidad afectada por la automatización y la robotización en cuanto al empleo, y plantea así un sistema para garantizar el bienestar en un espacio gestionado automáticamente.

Se ha planteado que las denominadas «personas electrónicas» paguen nuestras pensiones o rentas de subsistencia. En realidad, hablamos de generar impuestos a las empresas, las cuales, al destruir puestos de trabajo y sustituirlos por una inversión tecnológica, deban pagar cánones individuales por algunos de esos desarrollos.

Con menos empleados humanos cotizando, las empresas aportarán menos a los sistemas de seguridad social de sus países. Esto plantea dudas sobre la viabilidad de los sistemas de seguridad social si se mantienen con el actual sistema, además de entreverse un potencial aumento de la desigualdad. Está claro que a quién fabrica robots no le interesa que se regulen demasiado, ni que nazcan con impuestos bajo el brazo.

Un mundo automático, tecnológico y robótico será un mundo más humano, creativo y social si lo vamos preparando ya. Si no lo hacemos, será un monumental desastre y generará grandes desequilibrios. Tal vez no sea mala idea darles «derechos» a los robots, ya que tarde o temprano podrán ser quienes nos paguen la jubilación. ¿Cómo vamos a gestionar algo así? Los humanos no vamos a dejar de trabajar, sino que vamos a trabajar menos horas y en trabajos más cualificados.

¿Cómo imaginamos el espacio laboral del futuro inmediato, un lugar automatizado donde mucho de lo que hacemos ahora no lo haremos nosotros, un lugar donde la pregunta real será: cuán «computarizable» eres? La clave es el “build with people, no for people” («construir con la gente, no para la gente»). La tecnología no es opcional, pero el cómo la utilizamos sí.

Es natural que tengamos cierto temor a una inteligencia que nos superará en breve.
Para la mayoría de las personas, Netflix tiene que ver sólo con el contenido, pero Netflix está utilizando una IA de vanguardia para mitigar los problemas que le genera el ancho de banda. Utilizando una herramienta de inteligencia artificial desarrollada por sus ingenieros, Netflix recodificó toda su biblioteca de títulos. Este sistema, llamado Dynamic Optimizer, trabaja para proporcionar la mejor imagen posible mientras se utiliza la cantidad mínima de ancho de banda. Un episodio de una hora registra 750 megabits por segundo (Mbps) de uso de datos. Usando la tecnología de codificación nueva de Netflix, eso se reduciría a 750 kilobits por segundo (Kbps), o mil veces menos de uso de datos. Las mejoras recientes a la tecnología han reducido el consumo de datos a sólo 270 Kbps, por cierto.

Tu trabajo no te lo va a quitar un robot, en todo caso quien te lo pueda arrebatar en el futuro será una persona que se lleve mejor que tú con un robot. El problema es técnico, estructural y de tendencia sociológica, no sólo económica. Pocos se dan cuenta de que el sistema económico y el modelo de crecimiento es una fábrica de inactivos y reduce paulatinamente la tasa de actividad.

La «tasa de actividad» es un índice que mide el nivel de actividad en el empleo de un país. Se calcula como el cociente entre la población activa y la población en edad de trabajar. El propio FMI ya nos ha avisado que, de seguir a este ritmo, la tasa de actividad caerá por debajo del 50 por ciento. No sólo poniendo robots se arreglan las cosas, hay que prepararlo todo para que éstos sean efectivos, productivos y complementarios al sistema que tengamos, si no el riesgo es de colapso técnico.

American Express nació en 1850 como empresa de transportes en lo que se conocía como «diligencia». A medida que la experiencia de usuario les ofrecía datos para entender las necesidades de un mercado en crecimiento, decidieron convertirse en una compañía que ofrecía cheques para viajeros. Ocho años después, tras la creación de primera tarjeta de crédito por Diners Club en 1850, American Express entendió la enorme oportunidad que se les ofrecía en el sector financiero, y creó su propia tarjeta. De hecho, de alguna manera, American Express no ha dejado de vender lo mismo, pero con diferentes puntos de contacto con el cliente. Se ha adaptado a los tiempos, pero a partir de la gestión de la tecnología existente y del conocimiento de las necesidades del cliente contemporáneo.

El libro What to do when machines do everything, de Malcolm Frank, Paul Roehrig y Ben Pring, del grupo Cognizant, formula un juego sobre la generación de nuevos modelos de negocio, empleos o tipos de empresa, incluso rozando la ciencia ficción, a fin de ver hasta dónde somos capaces de aceptar la necesidad de repensarlo todo hoy día.

La empresas que ahora se dedican a estudios de mercado deberán convertirse en «detectives de datos», las empresas que ahora se dedican a cualquier tipo de entretenimiento necesitarán profesionales del tipo «walker/talker. Las empresas que se dedican a ofrecer servicios de instalaciones energéticas o lampistería bien podrían ser en el futuro «analistas de ciudades inteligentes»

Las empresas constructoras y promotoras inmobiliarias de hoy día deberán, tal vez, evolucionar hacia una especie de constructores de espacios virtuales, bien diseñados, conforme a necesidades humanas pero en entornos no existentes

Las agencias de viajes podrían convertirse en el futuro en una especie de creadores de experiencias virtuales y ser pioneros en lo que se denomina la economía experiencial.

Los gimnasios del futuro podrían precisar de un profesional que se intuye ya cuando vemos el uso masivo de algunas aplicaciones para estar en forma

Los centros sanitarios del futuro van a cambiar mucho. Estas organizaciones precisarán «técnicos de asistencia sanitaria asistida por inteligencia artificial».

Si en tu empresa te dedicas ahora mismo a cualquier labor comercial, el futuro es de la venta predictiva y de la automatización de todo lo que tiene que ver con el marketing. Una vez se prohíba la circulación de vehículos conducidos por humanos en las ciudades, los coches autónomos tomarán las calles. El día en que entremos en una tienda de ropa para comprar ropa pero no haya ropa estaremos ante el comercio del futuro hecho presente.

El dinero físico se va a desvanecer, donde los pagos con criptomonedas y los microcréditos vinculados a los neobanks o los iBanks, vayan creciendo, se impondrá la necesidad e una especie de «asesor de gestión financiera virtual.

El futuro del trabajo depende del grado de eficiencia con que puedan colaborar los seres humanos y las máquinas. Veremos el entrenamiento virtual en escenarios de riesgo, los coches autónomos sin accidentes, la impresión 3D que hará innecesario el transporte de muchas mercancías, la blockchain que modifica la cadena de valor del seguro tradicional, etc

Los consultores del futuro inmediato serán «responsables de combinar el procesamiento cuántico de la información» con el aprendizaje automático para estimular soluciones mejores y más rápidas a los problemas comerciales del mundo real. Los responsables de recursos humanos también deberán abrazar los algoritmos. ¿Qué haremos cuando las máquinas lo hagan todo? Será indispensable hacerse la pregunta: ¿cuán «computabilizable» eres? Esto es todo un cambio de mentalidad, de modelo de pensamiento y de negocio. Todo lo que no pueda ser automatizable tendrá un valor incalculable.

La combinación de habilidades directivas propiamente humanas (como el pensamiento crítico, la negociación, la intuición, el conocimiento agregado tras un error, la inteligencia emocional o la creatividad) con el entendimiento del lenguaje digital, de la interpretación de cómo funciona un algoritmo o de comprender los límites de la inteligencia artificial logrará hacer mejores empresas y tecnológicamente más humanas. La tecnología es el «cómo», y las personas, el «porqué»

La adopción tecnológica no va a ser opcional. Es inevitable. Lo fascinante es cómo nuestra sociedad va a ser capaz de gestionar tanta transformación. Muchos de los cambios culturales, políticos, religiosos e incluso íntimos tienen mucho que ver con el acceso de la información «desintermediada», el modelo de relación social de todo, la capa automatizada de muchos de esos procesos de consumo y la relación que tengamos con lo que denominamos robots.

Según una definición clásica, «un robot es una máquina controlada por ordenador y programada para moverse, manipular objetos y realizar trabajos a la vez que interacciona con su entorno. Lo relevante es descubrir que los robots se han infiltrado en nuestras vidas y ni siquiera nos damos cuenta. Están por todas partes. Desde las cadenas de montaje hasta las recepciones de muchos eventos, pasando por infinidad de pequeños mecanismos inteligentes a los que nos acercamos cada día y con los que interactuamos sin darles el valor de «robot» que realmente tienen. Ese hecho se llama «naturalización», y poco a poco el volumen de efectos normalizados crece. La gente no detecta los robots que les rodean. Son parte de nuestro estilo de vida.No tienen conciencia, pero sí cada vez mayor conocimiento

Lo terrible de la reflexión acerca del futuro que nos espera es que suele enfocarse desde la perspectiva que más audiencia produce. Empiezan a sucederse programas, reportajes y estudios para el fast food informativo que el gran público debe devorar sin digerir el
fast food informativo, el reportaje-show o tertulia-espectáculo.

Los seres humanos sobresalen en áreas que implican metas autodirigidas, juicios de valor y aspectos más bien nebulosos del sentido común de las cosas. Las máquinas, sin embargo, son perfectas para la gran matemática, el descubrimiento de patrones y el razonamiento estadístico. Deep Blue de IBM, perdió ante Garri Kaspárov, el mejor jugador de ajedrez del mundo en ese momento. Un año después, el sistema estaba preparado para derrotar a Kaspárov. El “go”, un juego de razonamiento estadístico para descubrir patrones, fue el siguiente en el que se enfrentaron humanos y máquinas. El software inteligente en el que había trabajado Google, AlphaGo, venció al campeón mundial de go Lee Sedol, de Corea del Sur, en 2016.

Según la Universidad de Oxford, el 47 por ciento de los empleos en el mundo occidental se van a automatizar en dos décadas. Si tienes treinta años o cuarenta, en algún momento te va a tocar, sí o sí.

Hay cinco profesiones de «cuello blanco» que van directas a la gran batalla contra una máquina y que, según uno de los grandes consultores de empleo en el mundo, Shelly Palmer, tienen los días contados.

La creación de empleo tal y como se plantea hoy día es una inmensa ilusión. Hoy, la dependencia aritmética para asentar la llamada «buena marcha de la economía» radica en un empleo precario, inestable y de poco valor añadido. La hibridación entre hombres y máquinas será menos romántica y cinematográfica de lo que nos muestran. Tendremos que aprender a tratar con un chatbot, pero será eso, «tratar con…». Nos ubicaremos en fronteras desconocidas, pero serán eso, fronteras

Eso es lo que viene, nada más. Eficiencia, optimización, cambio en el modelo de empleo y fórmulas cada vez más exigentes en la competencia entre empresas que demandarán empleados muy distintos. La tecnología será la herramienta, y no el motivo. El «porqué» seremos los humanos, y los robots serán el «cómo».

En 1850, un grupo de sastres de Nueva York amenazaron a su patrón para que parara la compra de máquinas de coser. En 1930, Keynes utilizó la expresión «desempleo tecnológico», y aseguró que en cien años llegaría la era de la abundancia y del ocio, cuando las máquinas lo hicieran todo. Sucede, sino en lo que seamos capaces de identificar dónde se van a generar nuevos tipos de empleo, para quiénes va a ser, cómo van a desarrollarse y qué los va a estimular.

La ciencia ficción plantea un mundo donde las máquinas roban el empleo y casi la capacidad de organizarse a los propios humanos. Se necesita que los humanos estructuremos la innovación derivada y necesaria de un modo responsable. Las claves que esencialmente nos permiten transformar digitalmente una organización se basan en 10 puntos:

Según Klaus Schwab, fundador y chairman del Foro Económico Mundial, los desafíos asociados con la cuarta revolución industrial coinciden con el rápido surgimiento de restricciones ecológicas, el advenimiento de un orden internacional cada vez más multipolar y una creciente desigualdad. Estos sucesos integrados están marcando el comienzo de una nueva era de globalización. Si esta nueva era va a mejorar la condición humana dependerá de si los gobiernos y las relaciones entre instituciones y sociedad se ejecutan adecuadamente.

Según Schwab: «Vivimos a un ritmo sin precedentes en lo que llamamos cambio tecnológico, y esto significa que nuestros sistemas de salud, transporte, comunicación, producción, distribución y energía se transformarán completamente. Requerirá no sólo de nuevos marcos para la cooperación nacional y multinacional, sino también de un nuevo modelo de educación, complementado con programas específicos para enseñar nuevas habilidades a los trabajadores. Recurriendo a avances en robótica e inteligencia artificial en el contexto del envejecimiento de las sociedades, tendremos que pasar de una narrativa de producción y consumo a una de compartir y cuidar a las personas».

Los nuevos tipos de empleo requieren nuevas maneras de aprender. Si el empleo del futuro será mayoritariamente freelance, como puede ser que la educación no lo sea o no lo asuma como parte de su currículum formativo, concepto del trabajo, la educación también lo ha de hacer. Nuevos empleos, nuevas maneras de trabajar y nuevos sistemas de relación entre empresas y empleados nos conducen a la obligación de repensar un nuevo modo de educar, formar y vincular ambas acciones es: una oportunidad única que probablemente no se repita en mucho tiempo para liderar un cambio socioeconómico inédito van más allá de generar la sociedad de la información, debemos estimular la sociedad del conocimiento

Japan Airlines comenzó a usar Microsoft HoloLens en agosto para enseñar a los alumnos cómo funciona un motor a reacción. Existe una perspectiva de creación neta de nuevos empleos, a pesar de la interrupción inminente del modelo productivo basado en la mano de obra humana. La división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos está cambiando rápidamente. Las nuevas tareas están estimulando una demanda de nuevas habilidades. Todos necesitaremos convertirnos en aprendices de por vida. En el futuro inmediato, iremos al trabajo a aprender casi todo el tiempo.

La primera revolución industrial va desde 1760 a 1830, y fue estimulada por la máquina de vapor y alimentada por combustibles fósiles, modificando esa relación entre productividad y capacidad de decisión humana. Antes de la primera revolución industrial, el 80 por ciento de las personas en el planeta eran agricultores. La máquina de vapor modificó la economía social, permitiendo a las máquinas producir productos. Durante este tiempo, y hasta 1870, los trabajadores fueron testigos de una dramática tendencia hacia la urbanización, acompañada por un aumento en las industrias del hierro y de los textiles, todas impulsadas por la invención de la máquina de vapor.La segunda revolución industrial, que se puede situar entre 1860 y 1914, se estructuró a partir de la producción de electricidad y su introducción en la industria. Eso originó la producción en masa. Karl Benz patentó el primer automóvil del mundo en 1886. Diez años después, Henry Ford construía su primer automóvil. Ford rediseñó la fábrica creando estaciones de trabajo. Había nacido la primera línea de montaje, lo que a su vez inauguraba lo que podríamos llamar «industria 2.0» Con el auge del acero, el petróleo y la electricidad, se llegó a innovaciones como el teléfono, la bombilla y el motor de combustión interna.

La tercera revolución industrial, comprendida entre 1965 y 1990 (cuando surge la red internet), digamos que ha sido dinamizada por la ciencia y la tecnología, que produce nuevas formas de comunicación basándose principalmente en la electrónica y los primeros avances digitales. Fue relevante la invención del microprocesador, desarrollado en 1969 por Intel. Los ordenadores personales (o PC) revolucionaron el lugar de trabajo. La cuarta revolución industrial no la hemos percibido hasta bien entrado el año 2010, pero considero que se gestó a mediados de los años noventa gracias a la nanotecnología, los drones, las impresoras 3D, la aparición de la realidad virtual, los primeros estadios de la inteligencia artificial, la robótica avanzada y la gestión masiva de datos, se ha estructurado la «servirización» de muchas cadenas de valor que se basaban sólo en productos. Hoy miles de millones de sensores están capturando información, enviándola a la nube. La cuarta revolución industrial no es sólo una plataforma tecnológica, sino que también supone avances en comunicación y conectividad.

Lo que está claro es que las revoluciones industriales se producen cada vez de una manera más rápida y en períodos de tiempo cada vez más cortos. A esto se le llama innovación exponencial. Defiendo que la que viene será la «era de la humanidad». La primera fue la era de la producción natural, consumíamos gracias a la generosidad de la naturaleza, y quién mandaba era la naturaleza. La segunda fue la era de la producción sostenible de alimentos, los seres humanos y los animales por fin domesticados utilizaban su fuerza y habilidades para crear infraestructura a fin de alimentar asentamientos humanos más grandes y cada vez menos nómadas

La tercera, la era de la fuerza industrializada, representó la deshumanización de la fuerza física por su productividad o cambiar a nuevas formas de trabajo más intelectuales para producir los bienes y servicios consumidos por la sociedad. La cuarta, es la era de la inteligencia industrializada, que continúa hasta hoy, la cual sugiere que los sistemas autónomos serán capaces de superar a los humanos en todas las áreas donde la inteligencia es el componente clave de la producción.

Tras la era de la producción natural, la de la producción sostenible, la de la fuerza industrializada y la de la inteligencia industrializada, la que viene, la que estamos pariendo, es la «era de la humanidad», que podemos asociar con la quinta revolución industrial. Los expertos estiman que ese momento llegará entre 2040 y 2050. El futuro de la tecnología transcurrirá a través del ya mencionado concepto de la «singularidad». La expresión «singularidad tecnológica» se atribuye al matemático y físico húngaro John von Neumann, que en el año 1958 habló de un momento en el que las máquinas serían autosuficientes, habló de un mundo técnicamente automático. La singularidad tecnológica va a provocar que la civilización sufra la mayor aceleración en términos de progreso que jamás haya vivido. La ley de retornos acelerados establece que el progreso humano se mueve de forma exponencial, y no lineal. Por tanto, el desarrollo tecnológico es mucho más rápido de lo que somos conscientes los humanos La quinta revolución industrial tiene un punto de enlace directo, y es la singularidad

El director ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, afirmaba que la quinta revolución industrial será distinta «a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes, por su escala, alcance y complejidad». La quinta revolución será conocida como la «revolución de la sostenibilidad digital.

La quinta revolución industrial se caracterizará por la integración: la integración económica de todos los servicios productivos; la integración social con base en una planificación social y política que reduzca las brechas sociales; y la integración medioambiental que reduzca la huella ecológica humana. Todo bajo la atenta mirada de un modelo de inteligencia artificial infinitamente superior al actual.

La quinta revolución industrial contrastará con las tendencias de la cuarta revolución en términos de deshumanización
La industria 5.0 se focaliza en la colaboración entre máquinas y nosotros para mejorar la productividad y la eficiencia
La industria 5.0 impulsará la creación de productos personalizados. Para hacer eso realidad será necesaria la ayuda de robots colaborativos, denominados vulgarmente «cobots»

Podemos ir preparando una expectativa mejor, más humana y perceptiblemente equilibrada y sostenible para todos en la quinta. Una nueva «era del Renacimiento» marcada por la creatividad y el propósito humanos

Nuestro cerebro no es una máquina perfecta en cuanto a la gestión de datos. La tercera revolución industrial y los ordenadores trajeron cambios increíbles. Afectó negativamente a los artesanos, la gente que hacía, por ejemplo, ropa o muebles, esas personas que se encargaba de todo el proceso, desde el diseño y la manufactura hasta la venta. A partir de ese momento, para cada pequeña tarea había la producción masiva, que representó los mejores momentos de la economía si tu objetivo era facturar más, contratar más y generar más, lo ideal era hacerlo al menor coste posible.

En el MIT aseguran que un 47 por ciento del empleo es especializado y repetitivo. Cerca de la mitad de nuestro empleo podría ser realizado por ordenadores. El problema es que seguimos empeñados en educar a nuestros hijos memorizando datos, realizando ejercicios repetitivos, pidiéndoles que se especialicen en una cosa y que cumplan órdenes mientras se preparan para trabajos que están a punto de desaparecer.

Nadie puede competir con una computadora, y menos aún con un sistema experto o de inteligencia artificial. El problema no es la tecnología, el problema somos nosotros, que nos hemos estado preparando durante miles de años para ser una especie que sea capaz de la gestión de datos, la memorización absoluta y la comprensión lectora. ¿Cómo vamos a poder llamarla la «era de la humanidad»? Muy fácil. Modificando lo que estudian nuestros hijos y aquello en lo que consiste nuestro trabajo, y también vinculando nuestro modo moral de ver las cosas con esa capacidad tecnológica que ahora nos supera

No hay duda de que a los seres humanos se nos da bien hacer cosas de manera repetitiva y de un modo predecible. No hay que satanizar la especialización. No nos ha ido mal con ella. Un ser humano es alguien que necesita hacer preguntas constantemente, que está siempre descubriendo y aprendiendo cosas de forma intuitiva e instintiva. En ocasiones hay que cumplir órdenes. Lo hemos hecho siempre. La competitividad es un rasgo humano que parece inevitable. Llevamos dos siglos aprendiendo al revés de como funciona nuestro cerebro.

El sistema educativo moderno está preparando a los jóvenes para el empleo de hoy, pero, mientras estudian, el mundo ha iniciado una mutación exponencial inevitable. Para cuando salgan al mercado laboral, probablemente el empleo para el que los hemos preparado ya no exista. Y ¿cómo vamos a prepararlos para algo que no aparecerá hasta dentro de diez años? Seguramente no pensando en términos de empleos, sino de habilidades, de esas skills que el FMI ha detectado y que se relacionan con: la comprensión de las emociones de los otros (la empatía); la capacidad de resolver problemas inéditos (el pensamiento lateral); la generación de nuevas ideas (la creatividad); la capacidad de complementarse con gente distinta (la alianza); y el talento de resolver de manera imprevisible una circunstancia (el pensamiento crítico).

La tecnología nos adelanta por todas partes y a toda velocidad. Está en nuestras manos utilizarla correctamente en la cuarta revolución industrial o en la quinta o en la que sea. Está en tus manos que el tránsito hacia la quinta revolución industrial sea la «era de las máquinas» o la «era de la humanidad». Está en tus manos que esa mariposa muera aplastada en tu mano o que viva y vuele en libertad.

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