El ciclo del desaprendizaje

Desaprendiendo lo no desaprendido

Hace unos 2,000 años, el Imperio Romano gobernaba el mundo occidental. Durante su apogeo, se extendió desde la capital de Roma (en ese momento, la ciudad más grande del mundo) hasta la actual Inglaterra en el norte, África, y el oeste y el este a través de gran parte de Europa y Oriente Medio. Ocupaba más de 4 millones de kilómetros cuadrados e incluía aproximadamente el 20 por ciento de la población mundial. Durante casi 500 años, el Imperio Romano fue la mayor potencia militar, económica y cultural que la tierra había visto jamás.

Durante siglos, los eruditos han reflexionado sobre qué fue lo que trajo a los romanos un éxito tan rotundo. ¿Fueron los líderes visionarios del imperio? ¿Su ubicación privilegiada en el río Tíber? ¿Una feliz confluencia de acontecimientos históricos? Quizás no. En 1734, el filósofo político francés Barón de Montesquieu explicó que el éxito del Imperio Romano podía atribuirse en gran parte a su capacidad única para adaptarse a las nuevas circunstancias de su entorno al desaprender lo que le había traído éxito en el pasado.  

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