Clubhouse y la guerra de los clones

La plataforma definió un formato, ahora tiene que defenderlo frente a una explosivo fenómeno de copycats que replican la idea original.

Honestamente soy un fanático del audio. Amo las conversaciones que existen en un podcast; me encantan las entrevistas de la TV (las cuales escuchaba, no las veía), fui un gran adicto a los contenidos de radio FM y no puedo evitar acompañar mi día con entrevistas o vlogs de YouTube que reproduzco de fondo mientras trabajo. Pero a pesar de esa adicción al contenido, no me gustó Clubhouse. No me gustó por lo informal de las conversaciones, por la pésima calidad del audio, por las fallas constantes de la calidad de Internet, por los nulos guiones que le dan estructura a una conversación, por la insignificante calidad de los valores de “producción”. Sin embargo no puedo negar que Clubhouse trajo una revolución en el “audio social” que no logró el podcast en su más de una década de vida.

Clubhouse aprovechó el “momentum” que le dio la pandemia obteniendo más de 10 millones de descargas (de los cuales 6 millones son usuarios activos) para una aplicación que solo se lanzó para iOS y además es solo por invitación. En el fondo, Clubhouse es un “Zoom” sin el video, algo tan viejo como una conferencia telefónica en donde no puedes enviar mensajes de texto, no puedes enviar o publicar una foto, no puedes hablar a menos que te llamen o te inviten a tomar el micrófono, necesitas usar tu nombre real para registrarte y debes cumplir con los temas y protocolos especificados de cada habitación.

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