Yo nací en 1981 y durante los 90’s crecí en la cultura Nike. El “Just Do It” se convirtió en mi mantra personal, ver volar por los aires a Michael Jordan o ver las películas de “niños” de Steven Spielberg junto con el diseño e historias de Tinker Hatfield, crearon un halo de fanatismo alrededor de Nike y el significado de su “swoosh”. Pero a finales de los 90’s leí un libro que lo cambiaría todo: “No Logo” de Naomi Klein, el cual mostraría las malas prácticas corporativas, la situación de esclavitud de niños en fábricas de Indonesia y la hipócrita postura de una compañía que había roto mi corazón.
El libro de Naomi marcó mi vida, no solo me volvió crítico y me hizo parte de los pensadores juveniles detrás de los movimientos anti-globalización de finales de los 90s. Me hizo entender cómo los grandes dueños de compañías realmente piensan respecto a sus productos y el consumidor. Me mostró de forma temprana cómo el marketing es diseñado para “mentir creativamente” a los seres humanos con un solo objetivo: ventas. Y claro que lo hacían de forma increíble. Nike siempre activó un marketing cultural construido con el tiempo y seleccionando a sus íconos generacionales.
Sin embargo, desde esos finales de los 90’s y por casi dos décadas dejé de comprar Nike. Cada que podía hablaba de sabotear a la marca con los descubrimientos de Naomi Klein. Y mostraba cómo el poder del consumidor realmente podría hacer una diferencia en el pensamiento de las compañías. En paralelo, en esas dos décadas de odio de un grupo de personas que como yo odiaban a la marca que los había defraudado, Nike comenzó una transformación al interior de la compañía de la mano de toda una legión de clientes fanáticos de la marca (que seguían amando a Nike a pesar del libro de Naomi).
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